Un partido al rojo vivo

En una cita de máxima rivalidad, el Zaragoza necesita una victoria contra Osasuna para reconquistar la confianza. Popovic hará cambios en la alineación, con Morán como posible gran novedad.

Ranko Popovic, en un entrenamiento de esta semana en la Ciudad Deportiva.
Ranko Popovic, en un entrenamiento de esta semana en la Ciudad Deportiva.
oliver duch

Andamos en septiembre, pero en Zaragoza parece mayo: luce el sol, embiste el calor y al equipo de la ciudad, en algunos barrios, se le exige que ascienda a Primera la próxima semana. Esta fogosa incontinencia ha levantado en torno al conjunto las primeras polvaredas de la temporada, con su entrenador, Popovic, cosido a sablazos por las mismas navajas que se afilaron nada más verlo asomar por la puerta.


La derrota contra el Córdoba, la primera de la campaña, puso al entrenador serbio en mala posición, silbado por parte de La Romareda y expuesto a uno de esos temperamentales movimientos pendulares que suelen darse en torno a este equipo: se acelera de cero a cien y se desacelera de cien a cero con la misma diligencia que el velocímetro de un Ferrari.


Como es normal, al Zaragoza le han salido debates por todos los rincones. Lo cierto es que su juego se ha atrancado y Popovic le ha perdido en las dos últimas semanas la traza que tan buenas sensaciones dejó hace nada, digamos que hace unos días, en el arranque de la temporada. Tampoco es algo que deba extrañar en una categoría en la que también hay otros equipos. Tan imprevisible, abierta e irregular como reconoció ayer el entrenador del rival de hoy en La Romareda (12.00), Osasuna, el viejo lobo Enrique Martín: "En Segunda, no hay diferencias a un partido". Y es así: las dinámicas en esta división no deben medirse en semanas, sino en meses.


Haría bien en todo caso el Zaragoza, su entrenador y sus jugadores, en corregir el paso. Una victoria hoy, en una cita de máxima rivalidad y en un impuntual estado de ansiedad que colorean el partido de rojo vivo, se antoja imprescindible, más que por su valor numérico, por sus propiedades ansiolíticas. El Zaragoza necesita paz y confianza. Deberá, ante todo, recuperar el tino en su juego. Al equipo se le han apreciado apuntes interesantes en el primer mes de competición. Unos por buenos y otros por malos. Transmite más imagen de bloque que en periodos pasados, lo que no ha evitado que suela encajar goles por su tendencia al accidente individual. También, hasta la pasada semana, se le apreciaron notas de identidad, mecanismos asimilados, mano de obra. Todo saltó por los aires contra el Córdoba, en una derrota en la que quedaron al desnudo sus principales carencias, algo que por otra parte, no debería causar sorpresa si se observa cómo se remató la plantilla: sus mediocentros tienen el pie algo duro, en la mediapunta hay un vacío existencial y en la delantera Ángel suda más que intimida. Al menos, de momento. El resultado de todo esto es un equipo con ciertos problemas para sensibilizarse con la pelota cuando el partido y el rival se lo exigen y para alcanzar el gol mediante la continuidad colectiva. Por ahí deben venir hoy las mejoras del Zaragoza. Ateclar el pase, evitar la pérdida innecesaria, acercar el juego a sus futbolistas más desequilibrantes... cualidades que tienen que ver con la naturaleza creativa del fútbol. Hasta ahora, el Zaragoza solo ha hecho un gol fruto del juego. Su arma ofensiva principal ha sido el balón parado. Solo así ha acorralado a los rivales. Una destreza, por otra parte, que no cae del cielo aunque de allí venga el balón. Hoy, el Zaragoza no tendrá a Pedro, su principal ejecutor en la materia, razón por la cual le conviene aún más diversificar sus caminos hacia el gol.


En busca de soluciones, Ranko Popovic anuncia ligeras modificaciones en la alineación y Erik Morán apunta a gran novedad junto al regreso de Aria a la mediapunta. Falta por ver a quién sienta el entrenador, si a Wilk o a Dorca, espeso como el fango hace una semana. En el banco, aguardará Hinestroza, cuyo fútbol de zarpazos regresa tras lesión. En Osasuna, colíder sorpredente con una camada de cachorros locales que recuerda al Sporting del año pasado, Enrique Martín tiene 5 bajas y la duda de su portero Nauzet. Es un Osasuna a la vieja usanza: severo, esforzado y caliente. Un hueso.

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