Sin nombre... ni funeral

El hallazgo de un cadáver semienterrado junto al río Huerva ha destapado también un drama social: el de quienes mueren tan solos que cuesta años rescatar del anonimato.

Paulino Querol (de frente) y Salvador Baena junto a uno de los cuerpos aún no identificados.
Paulino Querol (de frente) y Salvador Baena junto a uno de los cuerpos aún no identificados.
guillermo mestre

"Toda vida necesita un testigo". Lo decía el escritor húngaro Sándor Márai (1900-1989) en ‘La mujer justa’, pero lo saben mejor que nadie aquellos que se dedican a rescatar del anonimato a quienes mueren en soledad y no hay nadie que eche en falta. "Humana y profesionalmente supone una gran frustración mandar enterrar a una persona a la que no has conseguido identificar", reconocía esta semana Paulino Querol, forense del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA). El director del centro, Salvador Baena, iba aún más lejos: "Duele constatar que hay gente que incomoda a la sociedad: en vida e incluso después de muerta". Y lo afirmaba porque hay cuerpos que llevan ‘enterrados’ ocho años en una cámara frigorífica del instituto, aguardando que la pericia y dedicación de estos profesionales consigan ponerles nombre y apellidos.


El reciente hallazgo de un cuerpo semienterrado junto al Huerva, a la altura del paraje de la Fuente de la Junquera de Zaragoza, ha vuelto a desenterrar el drama de los ‘sinnombre’. En esta ocasión, fue una pareja que paseaba por la orilla del río la que dio la voz de alarma. Sin embargo, la casuística es múltiple y se han encontrado esqueletos de las más impensables maneras. Entre los enseres de una caseta de ferroviarios, como se halló a una mujer en los terrenos del Portillo a finales de 2008. O recostado sobre la cama de un edificio abandonado, con los auriculares aún puestos sobre la calavera, como ocurrió en pleno coso zaragozano en noviembre de 2014. Para los forenses, poder dar una identidad a estas tres personas sería "toda una satisfacción".


Pero ¿cómo se consigue dar nombre a un puñado de huesos? "A veces no nos llega más que eso: unas costillas, un trozo de cráneo... Y, aún así, recabando información y aplicando distintas técnicas forenses, se ha logrado aliviar el dolor de una familia" decía Baena. El responsable del IMLA se refería al caso de unos restos óseos que aparecieron hace unos años en el Pirineo y resultaron ser los de una anciana desaparecida bastante tiempo atrás.

Lo más difícil, datar los huesos

Ante el hallazgo de unos huesos, la primera misión de los forenses es distinguir si son o no humanos. El paso siguiente consiste en saber cuánto tiempo tienen, porque de ello dependerá que el juez les dé o no trascendencia penal. Los facultativos del IMLA reconocen que lo más complicado es datar. "Cuando las muertes son recientes, podemos recurrir a los insectos. Las llamadas cuadrillas de la muerte. Pero cuando ya no queda materia orgánica, la tarea se complica y hay que ‘preguntar’ a los huesos", indicaba el director del instituto. Existen diferentes técnicas para poner fecha a la muerte de una persona mediante su osamenta, y cuantas más se utilizan mayor precisión se consigue. Una de las más habituales es la mineralización gravimétrica, que pasa por meter un hueso al horno y tenerlo a 800º durante cinco o seis horas. "Gracias a esta técnica, eliminamos la parte orgánica y nos quedamos solo con la mineral.Después, a través de ecuaciones de regresión podemos acotar la data", ilustraba Baena. Pero también existen otros sistemas, como la densitometría radiológica, en la que se secciona un hueso y se somete a rayos X.


Los dípteros (moscas), coleópteros (escarabajos) y resto de insectos que integran las cuadrillas de la muerte ayudan también a los forenses a determinar el momento de un deceso. "Son tremendamente ordenados y cada uno tiene una misión concreta a la hora de esqueletizar un cadáver. Gracias a los restos de estos bichos, los entomólogos forenses pueden analizar los ciclos de reproducción y concretar la data de la muerte", explicaba Paulino Querol."Hay que tener en cuenta que algunos de estos insectos solo aparecen en una época concreta del año, lo que permite precisar aún más", añadía.


El sexo, la talla y otras circunstancias particulares del cadáver –como la marca de un disparo o una herida de arma blanca, el número de serie de una prótesis o una peculiaridad de la dentadura– pueden resultar cruciales a la hora de identificarlo.De ahí que ahora se someta a pruebas radiológicas de forma sistemática a todos los cuerpos que llegan al IMLA. Pero si algo allana el camino a los forenses es el trabajo de la Policía y la Guardia Civil. "Nuestro cometido y el suyo con complementarios. Y todos ansiamos lo mismo. Evitar que una vida se olvide", concluyen.

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