Osasuna recupera la salud con la medicina de Tajonar

Enrique Martín resucita con canteranos un club que hace solo tres meses estuvo a punto de caer a Segunda División B.

El año pasado estaba pachucho Osasuna. Osasuna tenía de todo menos su propio nombre (la salud, en euskera): directivos procesados, técnicos destituidos... Malito, malito, estaba el conjunto navarro, que a punto estuvo de despeñarse a la Segunda División B. Probablemente, hubiera sido también su desaparición, su defunción como referente del deporte navarro y de una forma concreta de hacer las cosas en el fútbol español. No olvidemos que el club pamplonés es la única entidad de élite española junto a Real Madrid, FC Barcelona y Athletic Club que no fue obligada a convertirse en Sociedad Anónima Deportiva. Todo este enorme patrimonio deportivo y sentimental estuvo a punto de perderlo hace poco más de tres meses. Sí, el tiempo corre demasiado deprisa en el fútbol.


El 7 de junio Osasuna sintió las brasas del descenso y del infierno. Perdía en el minuto 77 por 2-0 en la Nova Creu Alta ante el descendido Sabadell. Acortó distancias primero, y logró el empate después en el último suspiro por medio de Javier Flaño. Esa igualada, ese empate (2-2), le dio la salvación y condenó a la Segunda B al Racing de Santander, pese a que venció en Albacete. Ese cabezazo de Javier Flaño rescató el futuro de Osasuna.


Ya hacía semanas que Enrique Martín había tomado las riendas del equipo. Tercer técnico en un curso convulso, en el que Osasuna apareció en las portadas, y no precisamente por sus gestas deportivas, sino por problemas judiciales. Antaño extremo izquierdo valiente como el acero en el Osasuna que brinco a Primera División en el arranque de los 80 con Pepe Alzate en el banquillo, Enrique Martín le metió sangre brava a un colectivo sin rumbo definido, entre la desidia y el infarto. Querían tocar la pelotita con Urban, pero Osasuna nunca jugó a eso. Su fútbol, el catón con el que se hizo un sitio en Primera, respondía a otras señas de identidad: garra y cantera.


Enrique Martín tenía poco tiempo el curso pasado, y a fe que lo aprovechó bien: atrapar la permanencia, pese a las taquicardias propias del tiempo y la forma en que la conquistó Osasuna, constituyó todo un éxito. Esta temporada no ha tenido más dinero (mucho menos, sin la ayuda al descenso de la LFP), pero sí más tiempo para construir su equipo. Cuatro jornadas no es un margen temporal suficiente para establecer conclusiones definitivas, el coliderato navarro en Segunda División A probablemente no será definitivo; pero es irrebatible que Osasuna ha dado un viraje radical en apenas un verano.

Casta y acné

Además del resucitador Javi Flaño, Enrique Martín apostó en el once inicial por Unai García, David García, Merino, Torres, Berenguer y Olavide en el último careo liguero, el de la pasada semana ante el Leganés. Esto es, siete canteranos en el equipo titular. Otros días han sido más. Con mayor o menor calidad y experiencia, son jugadores que sienten la camiseta, que saben a qué juegan (portería a cero, ante todo), que han diseñado un objetivo común. Y con el límite de 18 licencias y sin dinero... Pero con casta y con el acné de Tajonar, como en los viejos tiempos.
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