Osasuna recupera la salud con la medicina de Tajonar
Enrique Martín resucita con canteranos un club que hace solo tres meses estuvo a punto de caer a Segunda División B.
El 7 de junio Osasuna sintió las brasas del descenso y del infierno. Perdía en el minuto 77 por 2-0 en la Nova Creu Alta ante el descendido Sabadell. Acortó distancias primero, y logró el empate después en el último suspiro por medio de Javier Flaño. Esa igualada, ese empate (2-2), le dio la salvación y condenó a la Segunda B al Racing de Santander, pese a que venció en Albacete. Ese cabezazo de Javier Flaño rescató el futuro de Osasuna.
Ya hacía semanas que Enrique Martín había tomado las riendas del equipo. Tercer técnico en un curso convulso, en el que Osasuna apareció en las portadas, y no precisamente por sus gestas deportivas, sino por problemas judiciales. Antaño extremo izquierdo valiente como el acero en el Osasuna que brinco a Primera División en el arranque de los 80 con Pepe Alzate en el banquillo, Enrique Martín le metió sangre brava a un colectivo sin rumbo definido, entre la desidia y el infarto. Querían tocar la pelotita con Urban, pero Osasuna nunca jugó a eso. Su fútbol, el catón con el que se hizo un sitio en Primera, respondía a otras señas de identidad: garra y cantera.
Enrique Martín tenía poco tiempo el curso pasado, y a fe que lo aprovechó bien: atrapar la permanencia, pese a las taquicardias propias del tiempo y la forma en que la conquistó Osasuna, constituyó todo un éxito. Esta temporada no ha tenido más dinero (mucho menos, sin la ayuda al descenso de la LFP), pero sí más tiempo para construir su equipo. Cuatro jornadas no es un margen temporal suficiente para establecer conclusiones definitivas, el coliderato navarro en Segunda División A probablemente no será definitivo; pero es irrebatible que Osasuna ha dado un viraje radical en apenas un verano.