-Yo creo que los actores deberían estudiar en general. No sé si psiquiatría, pero sí estar enterados de lo que sucede. Conocer cómo se piensa y cómo se actúa en la vida es importante a la hora de actuar.

-¿Cómo hacer dos obras de teatro a la vez sin perder la cabeza?

-Con mucho esfuerzo... y con tranquilidad. La cabeza da para mucho y muchas veces infravaloramos lo que podemos hacer. Además, cada obra es un universo estanco.

-Antes de salir a escena, ¿se pone ‘Hysterium’, como su último personaje en la obra ‘Golfus de Roma’?

-La verdad es que sí, pero es necesario. A mí me viene bien estar nervioso. En nuestra compañía Nueve de Nueve decimos que es bueno salir al escenario con ganas de hacer pis, porque te mantiene alerta. A ver si lo tengo en cuenta ahora, ya que en octubre retomo ‘Invernadero’, dirigida por Mario Gas y con Gonzalo de Castro y Tristán Ulloa.

-Usted es médico, pero ¿ha tenido que ser paciente para consolidarse en la interpretación?

-Sí. La interpretación exige pensar y requiere de mucha humildad, como tantas cosas en la vida. Y yo soy paciente. Ahora hago un curso de interpretación. Y pararse a pensar en cómo actuamos es un ejercicio que recomiendo a todo el mundo.

-Y el escenario, ¿le cura?

-Sí, es lo mejor que me ha pasado, el sitio donde se me pasa todo lo malo. Y es llamativo cómo a veces puedes salir enfadado o preocupado por algo y, cuando terminas, siempre estás generoso, feliz.

-¿El escenario o el plató? Porque usted le da a todo...

-El plató tiene algo más mecánico, pero te genera una adicción positiva a la que ya no quiero renunciar. Para mí, es importantísimo.

-Se le ve muy cómodo en la comedia. ¿Ha hecho alguna vez la risa?

-(Risas) ¡Muchas veces! Y he hecho el ridículo y lo he sentido en todo su esplendor. Pero el patetismo de la vida es un buen abrevadero para la comedia.

-Y, cuando se apagan los focos, ¿es más chistoso o más dramático?

-Más dramático. Y cuantos más años cumplo, más intenso me pongo. ¡Que me gusta a mí un drama!

-Pues es para reír: en Aragón le han dado todos los premios... e incluso los ha presentado.

-Sí. En marzo presenté la gala de los Premios Simón con Carmen Barrantes, que ya somos como Spencer Tracy y Katharine Hepburn. Y ojalá hagamos muchas cosas más juntos. Si lo analizo, estoy en un momento feliz. Llevo en Madrid ya diez años, pero tengo un pie en casa, siempre voy a recargar el móvil. Aragón es una tierra a veces dura, pero puede ser muy agradecida.

-Tiene tres cintas, de nuestros Lamata, Aragüés y Paula Ortiz, esperando estreno. ¿Siente que su carrera va de cine? ¿O la cosa va más en serie?

-¡Va en batería! Va como surge y yo estoy abierto a aparcar hasta de medio lado. Y con ganas, estoy peleón. Ojalá vaya de cine, pero sin dejar el teatro. Soy un hombre de teatro que hace otras cosas.

-Y de todos los teatros, ¿cómo es subirse al Principal de Zaragoza?

-Me estrené allí en 2005 y fue un punto de inflexión para mí. Tiene algo de templo, ancestral, que te hace muy pequeñito. Con la platea iluminada, impone. Pero cuando oscurece y empiezas, ya se te olvida. Si hubiera pensado qué estoy haciendo antes de empezar, me hubiera ido corriendo.

-Trabajando con Belén Rueda, ¿se siente uno VIP?

(Risas) Con Belén Rueda te sientes muy bien porque ella quiere que te sientas así, es muy generosa. Cuando vas con ella por la calle la gente te mira preguntándose quién serás. Te enseña cómo situarte, ella espera muy bien cuando le toca hablar. Esperar ante la cámara es todo un ejercicio.

-¿Y con Dani Rovira? ¿Le ha preguntado si tiene ocho apellidos maños?

-No, pero es un hombre que está sembrado, en su mejor momento. El domingo pasado nos tomamos un café. Iría donde me dijera, porque es muy confiable. Ojalá capitanee la barca de nuestra serie, ‘B&B’, hacia el éxito.