Mucho premio para tan poco juego
España se clasifica agónicamente para octavos, donde mañana le espera Polonia. El equipo dirigido por Scariolo debe desterrar su inconsistencia para llegar lejos.
Es evidente que ni Scariolo ni los jugadores han sabido trasladar esa teoría que parece tan clara a la cancha. Sin esa armonía defensiva, España se ha mostrado como un equipo ciclotímico, inestable, desequilibrado y dependiente de Pau en esta primera fase de Berlín, con un juego farragoso, demasiados sinsabores y que ha dejado muchas dudas y sufrimiento hasta el último segundo del choque ante Alemania.
Sin embargo, la lectura positiva es sencilla. Se ha superado el grupo de la muerte eso sí, con más pena que gloria. Y eso que sólo ante Turquía se ha disfrutado de la cara buena. Ahora, el campeonato se juega al todo o nada. En Lille (sede de las eliminatorias finales) no hay segundas oportunidades. O una ronda más o a casa. Los precedentes de la selección y del propio Scariolo en torneos anteriores animan a ser optimistas. Por esos precedentes y por el bagaje acumulado por muchos de los representantes hispanos, se merecen que los aficionados confíen en ellos.
Es el clavo al que hay que agarrarse, porque las sensaciones que han transmitido los españoles no son precisamente de firmeza y tranquilidad. La fragilidad defensiva ha convertido a la Roja en una de las selecciones que más puntos han encajado en esta primera fase. Pese a contar con jugadores que han mostrado en numerosas ocasiones sus capacidades para frenar la ofensiva rival, la línea exterior ha fracasado ante los tiradores rivales, las distintas alternativas zonales no han servido para cambiar dinámicas del adversario y los desajustes han sido constantes, ha faltado firmeza bajo los aros (el hueco dejado por las ausencias de Ibaka y Marc Gasol no ha sido ocupado por nadie) y se han concedido demasiadas segundas opciones de tiro por no cerrar con contundencia los lanzamientos.
Sin atar las cosas atrás, en ataque las cosas no han ido mejor. De hecho, se han hecho visibles los problemas que se atisbaban cuando se dio a conocer la lista de seleccionados. Que Pau iba a ser la referencia ofensiva no era ninguna sorpresa, pero era básica la aportación de bases y aleros para liberar al poste de los Bulls y abrir espacios interiores. Sin Navarro y con la lesión de última hora de Abrines, España perdía antes del Eurobasket el gen tirador y a sus desatascadores naturales.
Además, los problemas físicos que ha arrastrado Rudy Fernández, el escudero exterior de Gasol, han lastrado aún más a los de Scariolo. Y es que los jugadores del Real Madrid, base fundamental de España, no parecen con la frescura necesaria tras una campaña excelente, en la que han ganado todo pero que les ha exigido lo máximo. Llull es el ejemplo más reseñable, pero Sergio Rodríguez tampoco es el gran Chacho de toda la temporada aunque ante Alemania dio la cara y resultó fundamental.
Pero sin esa profundidad de banquillo de otras ocasiones, con Pau acumulando minutos y golpes, con el punto de mira torcido desde la larga distancia, con la defensa inestable y con algunos jugadores buscando todavía la frescura competitiva, España sigue adelante. Por eso ya hay que olvidar Berlín, no hay que echar la vista atrás y sólo queda mirar hacia Lille. Hacia las medallas. Y, sobre todo, hacia el próximo verano, hacia los Juegos de Río de Janeiro.