Más de 10.000 kilos de pólvora y una cadena de ocho explosiones arrasaron la pirotecnia
Los artificieros sospechan que una onda calórica de hasta 2.000 grados pudo propagar en segundos la destrucción. Barajan como causa inicial un agente externo o una reacción química en el polvorín donde se secaba la mezcla.
"Sabemos que la empresa tenía autorización para trabajar con 120 toneladas de pólvora, pero tenemos que precisar todavía cuánto había en las instalaciones y cuánta explotó", indicaba ayer el responsable de los Tédax, sargento primero José Luis Millán, durante una entrevista que publicará mañana HERALDO. El especialista insistía en que la cantidad final podría superar con creces los 10.000 kilos, ya que tras el primer silo volaron otros seis (un segundo de secado y cuatro más de almacenamiento de bolas de color, que son las que se introducen después en los cohetes).
La octava gran detonación se produjo cuando resultó alcanzado un camión que estaba recogiendo material acabado en las casetas de trabajo, a unos 50 metros."Según hemos podido saber, estaba terminando el recorrido, por lo que estaba muy cargado y podría llevar unos 200 kilos de explosivos", señalaba Millán. También resultó afectado un vehículo que estaba aparcado entre los dos polvorines de secado, pero los técnicos creen ahora que este no llevaba material peligroso y solo era utilizado por los operarios para moverse por las instalaciones.
Respecto a la causa inicial del accidente, los Tédax creen que será muy difícil de concretar."Se podrán apuntar muchas hipótesis, pero cuando te enfrentas a semejante grado de destrucción lo único que te queda son los testimonios de los supervivientes", indicaba el responsable de los artificieros.En cualquier caso, el especialista señala que se barajan dos opciones: un agente externo o una reacción química. "Partimos de la base de que el secado de la pólvora es un proceso muy delicado, en el que hay muchas partículas volátiles. Cualquier fricción, choque, variación brusca de temperatura o humedad podría ser fatal", aseguraba. "Estos días hemos tenido temperaturas muy altas y la simple apertura de una puerta exterior puede alterar las partículas.Pero como esta posibilidad hay cientos", apostillaba.
Las primeras investigaciones apuntan a que uno de los fallecidos se encontraba trabajando en la zona de los polvorines de secado cuando se desencadenó la cadena de explosiones. Sin embargo, los artificieros aseguran que su presencia pudo ser "totalmente circunstancial". Es decir, que no tuvo por qué influir en la tragedia y pudo ser un elemento totalmente pasivo.
Sin embargo, los especialistas se inclinan más a pensar que fue una potente ola calórica, con temperaturas de entre 500 y 2.000 grados centígrados, la que se expandió en cuestión de segundos por las instalaciones, arrasándolas prácticamente por completo. Y se muestran más partidarios de esta teoría porque no todas las construcciones acabaron destruidas."El fuego pasa en tres segundos, pero no destruye como la onda expansiva de una explosión", aclaraba Millán.