La primera fase de la operación de sellado del vertedero de Torrecilla está ejecutada al 70%

Las obras, valoradas en 7,3 millones, permitirán enterrar las primeras 5,5 millones de toneladas de basura.

La superficie total del viejo vertedero es la equivalente a 140 campos de fútbol. Actualmente se ejecuta la primera fase.
La superficie total del viejo vertedero es la equivalente a 140 campos de fútbol. Actualmente se ejecuta la primera fase.
ayuntamiento de zaragoza

Las obras de sellado del viejo vertedero de Torrecilla de Valmadrid encaran su recta final. Se trata de la mayor operación de este tipo en marcha en España, y va a permitir enterrar 16,4 millones de toneladas de basura, las que llevaron 60 municipios –incluida Zaragoza– durante dos décadas hasta este rincón de la estepa. La superficie total que ocupa es la equivalente a 140 campos de fútbol. Este año se afronta la primera fase, unos trabajos en los que se van a invertir 7,3 millones de euros y que están ejecutados al 70%. Se espera que estén terminados antes de final de año.


Se trata de un proceso complicado que persigue un objetivo: enterrar la basura con todas las garantías medioambientales para que dentro de varios lustros, al pasar por allí, nadie sospeche que un día hubo un vertedero. Para lograrlo, hay una inversión global estimada de 27 millones de euros, que se ha troceado en varias fases para poder afrontarla.


En 2013 y 2014 se hicieron los trabajos previos con dos millones de euros que aportó la Diputación Provincial de Zaragoza. Gracias a esta inversión inicial se sellaron las perforaciones que durante años provocaron los buscadores de metales que accedían al recinto incluso con grandes máquinas excavadoras.


La fase actual la sufraga el Ayuntamiento de Zaragoza, que adjudicó los trabajos a la UTE formada por Urbaser, Idecon y Sumelzo por 7,3 millones de euros. Se actúa sobre un área de 42 hectáreas donde se acumularon los residuos procedentes de los domicilios, por tratarse de la zona más contaminante.


El sellado del vertedero se alargará, en principio, hasta 2018, cuando acabará la última fase, cuyo pago corresponde al Gobierno de Aragón. Estos trabajos están valorados en 11,3 millones para cubrir el resto de los escombros: 4,3 millones de toneladas de residuos industriales no peligrosos y 6,5 millones de toneladas de residuos inertes.

Bajo siete capas

Con los trabajos actuales se están a punto de terminar de sellar 5,5 millones de toneladas de basura. Cuando terminen las obras, quedarán impermeabilizadas bajo siete capas diferentes. Ya se ha instalado una capa de tierra de un característico color oscuro, ya que se sacó de la zona de residuos inertes, en su mayoría provenientes de las fundiciones.


Sobre ella se instaló una capa de gravas, que se terminó de colocar en abril. Su misión es atrapar los gases que emanan los residuos y conducirlos hacia los 188 pozos que se están excavando en vertical a lo largo de toda la superficie.


Sobre las gravas se instaló la pieza más importante y la más cara, una capa de polietileno que se ha cosido literalmente por toda la superficie, y con la que se pretende evitar que el agua de la lluvia llegue a los residuos. Esta importante pieza va envuelta en un material geotextil por abajo y un geodrenante por encima.


Esta capa se ha cubierto de tierra (ya se ha colocado el 72%), y solo faltará un cubrimiento final rico en compost para favorecer el crecimiento de la vegetación autóctona que se va a plantar. Además, se construirá una red de cunetas para recoger y conducir el agua de la lluvia hasta su punto de salida natural.


El grueso de las obras por hacer es la perforación de los pozos que recogen los gases que emana la basura. Con ayuda de una máquina que alcanza una profundidad de 40 metros, se han hecho unos 50 de los 188 que habrá. Estos pozos recogen los gases y los conducen por un sistema de tuberías –que aún no están conectadas– hasta una especie de antorcha gigante que los quema. Los técnicos calculan que estará entre 10 y 14 años ardiendo.


El punto final será la revegetación del entorno, con el objetivo de "integrarlo al máximo en el paisaje", como apunta Julio López, jefe del servicio técnico de limpieza pública y gestión de residuos del Ayuntamiento.

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