Veinte años de la tragedia aragonesa en el K2
Familias y amigos evocan en el refugio de Góriz la muerte de Javier Escartín, Lorenzo Ortiz y Javier Olivar.
Con motivo de la dolorosa efeméride, tanto el personal del refugio de Góriz, donde Javier Olivar ejerció su trabajo, como sus amigos y familiares, se unieron el pasado jueves para recordar la trágica fecha y homenajear la grandeza de esos alpinistas. "Celebrar que estamos vivos para recordar a nuestros compañeros desaparecidos y honrarlos como se merecen", resumió uno de los 40 montañeros que participó en la actividad.
La jornada fue alegre; los asistentes rondaban desde los 10 años hasta los cerca de los 70. Tomó la palabra la viuda de Javier Olivar quien, con emoción, evocó lo sucedido ese desgraciado día. Un accidente que se produjo el 13, pero del que no se tuvo conocimiento en Aragón hasta el 17 y los nombres de los fallecidos al día siguiente.
Del terrible desenlace se salvaron los otros cuatro miembros del primer proyecto de ascensión aragonés a la segunda montaña más alta de la Tierra: José Garcés (38 años), Lorenzo Ortas (41), el médico Manuel Avellanas (42) los tres de Peña Guara y Manuel Ansón (31), de Montañeros de Aragón. Los tres expedicionarios fallecidos, que hollaron la cima del K2, estuvieron acompañados hasta casi 1.000 metros antes de la cumbre por Garcés y Ortas, que abandonaron el intento de hacer cima como consecuencia del extremo cansancio físico. Garcés, que holló en 2001 la montaña asesina, relató así la tragedia: "Imaginamos que se sentarían en algún sitio, al resguardo del viento, intentaron aguantar como pudieron, pero el viento muy frío los hizo sucumbir. Sólo (la escocesa) Alison intentó bajar y vimos su cuerpo, imposible de rescatar, a unos siete mil metros. Un canadiense que se había quedado en el Campo IV bajó hasta el II donde murió de agotamiento". Los cadáveres de Escartín, Ortiz y Olivar, congelados, fueron localizados seis días después por los equipos de rescate paquistaníes, pero, al ser imposible su recuperación, se quedaron para siempre en una de las zonas más inaccesibles del corazón del Karakórum.