Tres vacas para sellar la paz en el Pirineo

Ansó quiere promocionar el que se considera el tratado internacional más antiguo de Europa, que cada 13 de julio lo hermana con los valles del Roncal y Baretous.

El concejal de Ansó, en primer plano, junto a los representantes del Roncal y de Arette.
El concejal de Ansó, en primer plano, junto a los representantes del Roncal y de Arette.
rafael gobantes

La entrega de tres vacas sin mácula, del mismo astaje, pelaje y dentaje, en un mojón fronterizo del Pirineo representa desde tiempos inmemoriales la hermandad existente entre tres valles, tres regiones y tres países. El denominado Tributo de las Tres Vacas, por el cual el valle francés de Baretous entrega los animales al del Roncal, ejerciendo como testigo y garante el de Ansó, es conocido sobradamente en Navarra, pero no en Aragón.


"Queremos promocionarlo, que se conozca y venga la gente", dijo ayer el concejal ansotano Antonio Gorría. Y para ello, organizaron un acto de presentación en Huesca al que los representantes de todos los valles llegaron ataviados con el traje tradicional, trayendo con ellos una reproducción del mojón donde cada año sellan el hermanamiento, la piedra de San Martín.


Este símbolo será testigo mudo de la ceremonia el próximo 13 de julio, con el aliciente de que un día después, además de ser la fiesta nacional en Francia, pasa por aquí el Tour, con meta a apenas tres kilómetros. La jornada será una fiesta, con degustación de migas de pastor y cordero, puestos de queso y bailes típicos.


El Tributo de las Tres Vacas ejemplifica la unión de los pueblos pero también representó los conflictos entre ganaderos por los usos de los pastos y las fuentes. Según el historiador roncalés Fernando Hualde, es el tratado internacional más antiguo de Europa. Está documentado desde 1375, pero ya en el siglo I se habla de que los pueblos del Roncal se vengaron de sus vecinos de Francia obligando a pagar un tributo de guerra cada año consistente en tres vacas. La ceremonia se ha celebrado ininterrumpidamente, salvo en la II Guerra Mundial, cuando los alemanes la prohibieron ante el riesgo de fuga de los franceses hacia España.


Ansó ha tenido un papel fundamental. No recibe ni da pero vela porque el tratado se cumpla. En 1612, al ser rechazadas dos de las tres vacas por no reunir las condiciones, se le recordó que debían garantizar el cumplimiento del tratado. En el siglo XIX, cuando los medios de comunicación se hicieron eco de su existencia, cuenta Hualde, pusieron el grito en el cielo y pidieron su suspensión, al entender que era un tributo de guerra humillante. Hoy se percibe como "ejemplo de cooperación" en una Europa no exenta de conflictos, dijo el alcalde de Arette, Pierre Casabone.


La propia ceremonia, como describió su colega de Isaba, Jesús María Barace, representa la unión. Los alcaldes, con indumentaria tradicional, llegan cada uno de su vertiente y apoyan sus manos en la piedra de San Martín mientras se comprometen unos a pagar el tributo y otros a recibirlo. ‘Pax avant’ (paz en adelante), dicen. También van pastores con un rebaño, del que se seleccionan tres vacas, previa supervisión del veterinario, aunque ahora Francia ya entrega su importe en metálico. Como señaló Hualde, el mojón fronterizo "ya no nos separa sino que nos une".

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