Dorado o la puerta entreabierta

La expresión plena de una artista vital que parte del grupo Zaragoza.

Julia Dorado, Premio Aragón Goya de 2012, contempla su exposición en el IAACC Pablo Serrano: quizá sea su mejor proyecto.
Dorado o la puerta entreabierta
Guillermo Mestre

Julia Dorado (Zaragoza, 1941) se ha forjado con una fuerte personalidad en el mundo del arte, de su arte, de su vida misma. Es verdad que cuando empezaron sus años de formación, en los años cuarenta y cincuenta, no era fácil abrirse paso a una mujer con los estereotipos sociales y familiares vigentes. Julia Dorado se fue haciendo un hueco en aquel mundo difícil, estudiando lo que le gustaba en directo o a distancia y viajando y con estancias en Barcelona, París, Estados Unidos, Europa, Parma y Bruselas. Ha vuelto a vivir a Zaragoza en 2012 y aunque nunca perdió el contacto con su ciudad natal, es cierto que ahora se ha involucrado en su mundo del arte y de la vida de una manera intensa.


Nunca fue mejor venido el Premio Aragón-Goya a Julia Dorado que en 2012. Una trayectoria reconocida y una vuelta a casa merecida, después del necesario viajar, ver y mirar, que cura todos los localismos.


Poco antes de volver a casa ya expuso en A del Arte, después tuvo una retrospectiva en el Palacio de Sástago en 2011, a la vez que tenía una exposición en Fuendetodos con sus grabados donados a la Fundación de la localidad natal de Goya, en 2014 una exposición en Albarracín, ahora, como consecuencia del premio, esta exposición en el IAACC Pablo Serrano con 31 pinturas inéditas y recientes de los últimos tres años.


Alejandro Ratia hace un estudio exhaustivo de la evolución de Dorado, que se entrega en la exposición, algo que parece sustituir con mucha frecuencia en el IAACC Pablo Serrano a los necesarios catálogos que dejarían documentadas estas actividades.


Si algo queda claro es que la artista con las influencias recibidas, con la entrada en el Grupo Zaragoza, con el final del grupo, con el paso a la posmodernidad, con todo, es una pintora de una fuerte personalidad, que va por donde ha querido, sin los condicionamientos que le han rodeado. Empezó bajo el influjo del informalismo, pero pronto basculó entre la abstracción, la figuración “sui géneris”, los pictogramas, la pintura escritura, los pasillos y las ventanas. Un mundo para reflexionar desde esa contemplación muda y atónita que induce a pensar, a mirar y a ver.


Todos los artistas, y Julia Dorado no es una excepción, avanzan en espiral. Se crean lenguajes nuevos y se retoman formas anteriores, se reordenan y surgen logros lógicos e interesantes. La artista que nos ocupa sigue plasmando en esta treintena de obras recientes sus ficciones, sus interiores, sus estancias, sus pasillos, pero ahora plasmados de una forma más compleja, más suelta, más interesante.


Vemos puertas entreabiertas, vemos ventanas, vemos luz y vemos sombras. Eso sí, ahora la luz es más cálida, menos fría, con un acento más dramático que en anteriores etapas. Si nos fijamos en el díptico de 2014, titulado ‘Pompeya’ observamos, como aprecia Ratia, que es un paisaje iluminado desde dentro, ardiendo desde un extraño resplandor verde. Ahora las formas y las imágenes, en los cuadros más recientes, son menos verosímiles, menos evidentes. Ahora aparecen representaciones de atmósferas y neblinas de gran subjetivismo y goce de pintar.


De la misma manera que en los pasillos de los años 70 las ausencias nos llevaban a imaginar que nosotros -el espectador- ocupábamos el espacio, ahora, en los cuadros recientes, Julia Dorado crea una magia sugestiva que contiene su mundo exterior y el interior. La artista se sitúa delante de un escenario en el que no sucede otra cosa que la propia pintura. Pintura con goce, con deleite.


La pintura de Julia Dorado prescinde de la línea, es plena pintura, llena de luces y de sombras, de claroscuros. Podemos atisbar a lo lejos, en lo profundo del cuadro, una puerta entreabierta llena de misterios, por donde pueden pasar los fantasmas y sugerirnos que en ese mundo, en ese escenario que se abre, estamos nosotros y la artista, naturalmente. Pintura de atmósferas, de simulacros de interiores, de perspectivas, ese es el mundo plástico de Julia Dorado, un mundo lleno de sugerencias misteriosas.