El plagio en la universidad, una práctica que invade las aulas

Ni la Universidad de Zaragoza ni la San Jorge cuenta con un sistema informático antiplagio. Lo que no significa que los trabajos no se examinen.

La biblioteca de la Facultad de Ciencias.
La biblioteca de la Facultad de Ciencias.
Luis Giménez

Presión por tener mejor nota, mala organización, dificultad de redactar textos propios, la facilidad de acceso que brinda internet, simple pereza o falta de ética... los motivos que llevan a los estudiantes a plagiar pueden ser muchos y muy variados. Pero en este caso el fin no justifica los medios y las universidades aragonesas intentan poner remedio a esta mala práctica que invade las aulas.


Tanto la Universidad de Zaragoza como la Universidad San Jorge carecen de un sistema informático que les permita detectar el plagio en los trabajos académicos. Lo que no significa que las tesis entregadas no sean sometidas a examen. Cada profesor, a título individual, se encarga de comprobar si sus alumnos han sido honestos mediante el propio Google o herramientas antiplagio gratuitas que oferta internet. Desde la Universidad de Zaragoza explican que tanto el plagio como la propiedad intelectual son temas que les “preocupan”. "Estamos buscando una herramienta que sea eficaz para estandarizar su uso, pero intentando minimizar el impacto económico", declaran desde la institución.


El reglamento de ambas universidades sí contempla el plagio. El Artículo 14.3 de la normativa de Unizar recoge que "los trabajos y materiales entregados por los estudiantes tendrán que ir firmados con una declaración expresa en la que se asume la originalidad y autoría del trabajo [...] El plagio [...] conllevará automáticamente la calificación numérica de cero, sin perjuicio de las responsabilidades disciplinarias". Por su parte, el Artículo 18 de la normativa de la Universidad San Jorge establece que la persona que plagie podrá tener una sanción o falta grave. En el caso de esta última y, según la norma, podrá merecer un apercibimiento público o suspensión de la condición de alumno por un periodo no inferior a 15 días ni superior a seis meses, con inclusión expresa en el expediente académico de la falta cometida y la sanción impuesta [...].


El profesor de redacción periodística de la Facultad de Comunicación de la Universidad San Jorge, Jorge Miguel Rodríguez, asegura que internet facilita el plagio, pero también lo hace más fácil de descubrir. "Entrecomillar una frase o un párrafo de la tesis del alumno en Google sobra para comprobar si existe plagio", apunta Rodríguez.


El caso más "sangrante" al que hizo frente este profesor fue con un alumno de Periodismo. "Presentó un trabajo de 2.000 palabras sacado literal de la página web ‘El Rincón del Vago’. Cambió el titular y lo entregó como trabajo final de la asignatura de Géneros Periodísticos", cuenta Rodríguez, que advierte que "quién plagia una vez, lo hará otras veces". Así, el profesor explica que exige a sus alumnos que le presenten las grabaciones y transcripciones de las entrevistas de las que luego se nutren en sus trabajos. "Comprobarlas supone dedicar mucho tiempo y esfuerzo, pero son futuros profesionales de la información y tiene que tener una ética profesional", declara. Y es que también hay estudiantes que caen en la “tentación de copiar reportajes, artículos o entrevistas de periódicos y presentarlas como propias”, asegura. Cuanto esto sucede, la práctica tiene la calificación de cero.


María Jesús Rodríguez es profesora de Fisiología en la Facultad de Veterinaria de la UZ y junto a su compañero Miguel Ángel Plaza aplicaron la herramienta antiplagio SafeAssin de Blacboard a los ensayos clínicos que mandaban hacer a sus alumnos durante los cursos 2010 hasta el 2013. "Observamos que de un año para otro presentaban trabajos similares. Queríamos evitar el plagio y decidimos utilizar este software que ofrecía el porcentaje de coincidencias entre el documento presentado y la bibliografía de internet y también entre los trabajos de los propios compañeros", explica la docente.


"El primer año les aceptábamos hasta un 30% de plagio porque no les avisamos de que existía la herramienta. Podían repetir el trabajo, pero la nota máxima era un cinco", aclara Rodríguez. A partir del segundo curso, estos profesores fueron más duros. "Solo aceptábamos un 10% de coincidencia y el castigo era mayor: no se contaba esa parte de la asignatura", explica. "El programa detectó coincidencias de hasta el 80%. Era una barbaridad", sentencia la docente de la UZ, quien cuenta que "el método era muy efectivo", pero la Universidad ya no cuenta con este sistema en su plataforma docente.

“Doping académico”

Para Víctor Manuel Pérez, profesor de Documentación de la Universidad San Jorge, la mejor manera de detectar el plagio es "conocer al alumno, saber cómo redacta y, a partir de ahí, utilizar herramientas informáticas", dice. Además, Pérez destaca que el plagio no solo es un copia y pega. "Cuando usas una idea de otro autor, también se está ante un plagio", recalca el docente, quién explica algunos de las causas de este mal: "Los alumnos llegan a la universidad sin conocer las técnicas básicas de documentación. Creen que su trabajo pierde calidad cuando mencionan al autor o documento de dónde has extraído la información", explica.


También, continúa Pérez, el plagio es consecuencia de una mala planificación del alumno. “Se acerca la fecha de entrega del trabajo y se ven obligados a presentar algo. Suelen optar por coger una idea y parafrasear para evitar citar”, precisa. Para docente Jorge Miguel Rodríguez elegir la opción del “mínimo esfuerzo” es uno de los males de esta generación. “Falta actitud crítica y más sacrificio”, opina. "No estamos pendientes por afán policiaco, sino para formar profesionales que estén al servicio de la verdad”, sostiene.


Erradicar este “doping académico”, como Rodríguez lo califica no es tarea fácil. En primer lugar, es una cuestión de “educación, de valores que deben aprender en la infancia. Es algo que tiene que enseñar la propia familia”, subraya el docente. Y, por supuesto, “continuar la formación en las escuelas y universidades”.


El secretario del departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Zaragoza, Javier Sarda, explica que hay malas prácticas instaladas en las universidades. “La mayoría de estudiantes tiene la costumbre de hacer un ensayo académico como un trabajo en cadena. Quieren quitárselo de encima lo antes posible, sin pararse a pensar que cada uno de ellos contribuye a su aprendizaje”. Pero, no es solo responsabilidad de los estudiantes. “Quizás el plagio puede venir forzado porque los propios profesores les ponemos demasiados trabajos”, dice Sarda, quien asegura que “debemos plantear ejercicios nuevos, menos enciclopédicos y más prácticos, cambiar los temas propuestos, innovar en la metodología y, sobre todo, trabajar en la crítica y la reflexión”.


Pero, el profesor de la San Jorge, Jorge Miguel Rodríguez tiene claro que los estudiantes tiene que ser conscientes de que cuando entran en la universidad "vienen a aprender y cuando se roban ideas, no se aprende". Además, optar por el plagio "es un vicio que seguro repercutirá en su futura profesión", concluye Rodríguez: "No hay que olvidar que lo mejor de un profesional es su prestigio y profesionalidad. Y, ese estatus no se consigue plagiando".