Legítimo derecho a soñar

El Real Zaragoza inicia hoy ante el Girona (La Romareda, 20.00) el asalto a la Primera División a través de la promoción.

Los jugadores del Real Zaragoza, ayer, al inicio del entrenamiento a puerta cerrada en La Romareda.
Los jugadores del Real Zaragoza, ayer, al inicio del entrenamiento a puerta cerrada en La Romareda.
Asier Alcorta

Después de diez meses de disputar una larga liga, la de la inacabable Segunda División española, el sistema de competición ofrece al Real Zaragoza la oportunidad de ascender a Primera División mediante un corto trayecto de tan solo cuatro partidos. Es la promoción. Una fase descrita, en su actual formato, con estructura de eliminatoria. Sistema de copa. Un cara o cruz. Un ‘o tú o yo’. Como dice el tópico, a través del K.O. sobre el contrincante de turno, que en el caso de los zaragocistas, en primera instancia es el Girona.


Se trata de un apéndice al torneo liguero que, en el breve espacio de 15 días, otorga una plaza en la élite al más acertado de cuatro equipos: el tercero, el cuarto, el quinto y el sexto de la clasificación final del torneo de la regularidad. Un tipo de disputa súbita que, por sus especiales características, iguala indefectiblemente al cuarteto de participantes en el punto de partida.


Por eso, el Real Zaragoza, que ha entrado en el póquer de elegidos a última hora y mediante el viento favorable de una carambola a la que, eso sí, se hizo totalmente acreedor durante la mayor parte del año, no acude a la cita con ningún menoscabo respecto de los otros tres predecesores, Valladolid, Las Palmas y su primer rival, el citado Girona.


Hoy, realmente, ya da igual que los catalanes hayan sumado en la liga 82 puntos, por 61 el Zaragoza. Esa apabullante distancia de 21 enteros entre uno y otro (terceros han sido los gerundenses, sextos los zaragocistas), la promoción la disuelve en décimas de segundo. Desde hoy, ambos equipos son iguales. Compiten por lo mismo, en una misma contienda que, en los trazos gruesos, no distingue matices adquiridos en la previa liguera, la que concluyó el domingo.


La promoción tiene esta virtud para quienes vienen de abajo a arriba, que es defecto para quienes lo hacen en sentido inverso: lo enrasa todo. Al Girona, su posición en la liga solo le da un privilegio, que se aplicará únicamente en el caso de que, tras los dos partidos, haya empate a todo. En este torneo copero que es la promoción, no hay tandas de penaltis en tal circunstancia. Si, tras la prórroga en la vuelta, persiste la igualada, sigue adelante el que mejor se clasificó en la liga. Este es, de entrada, el único perjuicio con el que el Zaragoza afronta este sendero promocional camino de Primera. Nada más tiene a su favor el cuadro catalán.


Llegan los dos equipos al partido de esta noche en La Romareda, la ida de su confrontación, con el estado de ánimo inversamente proporcional al que dice su clasificación final. El Girona está inevitablemente tocado moralmente tras haber perdido el ascenso directo a Primera en el minuto 92 de su duelo definitivo ante el Lugo. Por su parte, el Real Zaragoza comparece al duelo con la satisfacción de haber logrado un permio sobresaliente tras una temporada extremadamente dura para la SAD y sabiendo que su grado de presión en mínimo, que todo lo que pueda extraer de esta promoción es positivo, en ningún caso pernicioso para su estabilidad, suceda lo que suceda el último día.


Pero, si en el apartado anímico es el Zaragoza el que parece mejor amueblado a estas alturas de semana, los parámetros futbolísticos y físicos ponen al Girona un paso por delante en la lucha.


Los aragoneses, capados en fichas, techo salarial y efectivos durante todo el curso, han llegado a esta fase final de la competición sin su goleador, Borja Bastón, que sigue recuperándose de una inoportuna lesión muscular. Sin otro de sus estiletes ofensivos, Jaime, también lastimado. Con Basha y Álamo, lejos de su mejor forma, aunque estén hoy en el banquillo por si su concurso es útil al final del choque. Y con la mitad de los que hoy van a estar en el envite con las baterías justas por el desgaste de largo recorrido y, más puntualmente, por el vivido el domingo pasado en el infierno de Leganés.


Por su parte, el Girona solo lamenta la baja de su central Ramalho, que se rompió la rodilla hace un par de semanas. El resto, son los mismos que han cuajado una temporada sobresaliente, siempre en cabeza, con un 5-3-2 atípico como sistema de juego que se ha venido atragantando a la mayoría de rivales jornada tras jornada.


Se atisba y se sueña una noche mágica en La Romareda, como en los buenos tiempos. Bajo la lluvia tormentosa, según los meteorólogos, el zaragocismo está legitimado a soñar con un retorno rápido a Primera. Es cuestión de fe y acierto.

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