Alfredo Saldaña, poeta: "la poesía es un lenguaje que tiene que velar por lo desaparecido"

Acaba de publicar ‘Malpaís’, un libro de versos que explora devastaciones e incertidumbres.

El poeta Alfredo Saldaña, autor de 'Malpaís'.
Alfredo Saldaña, poeta: "la poesía es un lenguaje que tiene que velar por lo desaparecido"
José Miguel Marco

No es Alfredo Saldaña un poeta de verso rápido. Cuatro poemarios en 20 años dan cuenta de una forma de escribir pausada e intensa. Ahora acaba de aparecer el quinto, ‘Malpaís’, publicado por La Isla de Siltolá en su colección Tierra. Se presentó hace unos días en Zaragoza.


Quizá el título de su libro se refiere más a un mal país que a un malpaís.

La palabra malpaís existe, aunque yo lo desconocía cuando le puse título a mi libro. Es un término que viene en el diccionario de la Academia y que hace referencia a un accidente geológico, a un paisaje con grietas y crestas causadas por la erosión. En Tenerife hay dos malpaíses, y en Lanzarote hay otro. Aunque en el libro aparecen ciertas connotaciones geográficas, más allá de ellas, malpaís es una metáfora de la devastación.


Ha tardado mucho en volver a publicar poesía.

El libro se publica siete años después del último y recoge todo lo que he escrito en este tiempo. No me he guardado nada, no tengo todavía ni un solo verso que no esté recogido en este libro y ni siquiera sé si volveré a escribir alguno a partir de ahora. Siempre he escrito poco y a ritmo poco acelerado. Pero tampoco es tanto el silencio. Entre mi primer y segundo libro hay 14 años de distancia.


¿En que se parece ‘Malpaís’ a su libro anterior, ‘Humus’?

Se parece en que ambos muestran preocupación e interés por explorar y horadar el lenguaje y las posibilidades de la palabra. Y, también, en que los dos muestran la incapacidad de la palabra para expresar algunas cosas y sentimientos. Se parecen en que hay una preocupación por el lenguaje a partir de la idea de que el mundo es... lo que decimos que es. Pero el mundo puede también ser otro, si es otro el lenguaje que utilizamos para nombrarlo.


¿Y en qué se diferencia, en su opinión?

En que es un libro más político que el anterior. Hay textos que quizá puedan tener un tufillo a manifiesto, a proclama; hay una base de crítica bastante marcada. Pero me preocupaba mucho que el libro no se quedara ahí, que no fuera simplemente un alegato contra la injusticia. Al final creo que ‘Malpaís’ acaba siendo una metáfora sobre la podredumbre y la devastación.


Vuelve a utilizar esa expresión, "metáfora de la devastación".

La poesía es un lenguaje que tiene que velar por lo desaparecido. Debe cumplir, entre otras funciones, esa, la de ser testigo de lo que ya no está. Y más en este época, en la que hay muchos intereses.


"Trabajar a destajo/hasta hacer de este perro mundo/un campo de cenizas,/testimonio de un tiempo muerto,/hasta encontrar bajo las piedras/el aliento que dé cobijo/a las noches invencibles de los vencidos".Poemas como este son muy desasosegantes.

En los versos del libro lo que más hay, sobre todo, es perplejidad e indignación.


¿Indignación... política?

Bueno... El poema ‘Primavera en la plaza pública’ lo escribí con el asunto del 15-M. Pero sobre todo hay incertidumbre, desasosiego.


Ofreciendo, como ofrece en su libro, una mirada muy personal, su presencia no es evidente.

He procurado desaparecer de los versos, y por eso he utilizado muchos verbos en infinitivo, verbos en una forma no personal. Hay un vicio, quizá muy español, que consiste en pensar que lo que nos ocurre a nosotros le pasa también a los demás. Muchos poetas hablamos desde el ‘yo’. No podemos salir de nosotros mismos y creo que es muy necesario.


Esa poesía del yo está muy de moda.

Yo procuro no adoctrinar, no escribir de forma gregaria. Sé que el tipo de poesía que hago no es la tendencia dominante, porque desde hace unos años hay una apuesta clara por una especie de realismo ramplón que ha acabado convirtiéndose en algunos casos en una simple fórmula de laboratorio que responde a prejuicios consabidos. Pero la poesía es una oportunidad de ver el mundo de otra manera. De contemplarlo y de representarlo.