"España es un país que vive en una permanente desconfianza hacia todo"

Publica ‘Setecientos millones de rinocerontes’, una novela en la que indaga en temas como el fracaso sentimental, el alcoholismo o la muerte del padre, al tiempo que reflexiona sobre España.

El escritor barbastrense Manuel Vilas, ayer, en Zaragoza.
El escritor barbastrense Manuel Vilas, ayer, en Zaragoza.
asier alcort

Manuel Vilas (Barbastro, 1962) se ha perfilado en los últimos años como una de las voces más originales de la narrativa española actual, gracias a libros como ‘El luminoso regalo’, ‘Los inmortales’ o ‘Aire nuestro’. Ahora acaba de publicar ‘Setecientos millones de rinocerontes’ (Alfaguara), donde da una nueva vuelta de tuerca a las posibilidades indagatorias de la narrativa.


¿Por qué ha tomado la imagen del rinoceronte?

Porque es un animal muy enigmático, del que casi no se sabe ni su función. A mí me sirve para simbolizar la condición humana. Los personajes que pueblan el libro cuadran con la idea enigmática del rinoceronte porque todos se plantean el enigma de vivir.


Y no lo resuelven.

No, claro. El libro tiene tres temas dominantes, el fracaso sentimental, el alcoholismo y la pérdida del padre. Luego hay un tema global, que es el análisis sociológico de España.


Para el que emplea un personaje nada habitual, el escritor Umbral, al que usted ‘resucita’.

Retrata a su manera el país y muestra su perplejidad por lo que ve. Umbral, como escritor, era volcánico, un rinoceronte negro en peligro de extinción.


Una vez más, aflora su visión negativa de España.

Sí, pero no moralizo, no digo que la España de hoy sea mejor o peor que la de Umbral. Tengo una visión negativa de España porque creo que es un país al que le faltan cosas, que es mejorable, especialmente en el plano literario, que es el que más toco en este libro. Y es que la herencia literaria española es poco glamurosa. Nuestros escritores están más fascinados por la literatura americana que por la propia. A cualquier autor español que le pidas el nombre de tres escritores te va a citar sobre todo a autores de fuera del país y, como mucho, a Cervantes. Hay una desafección muy grante respecto a nuestro patrimonio cultural.


Pues cite usted a tres escritores a los que admire.

Podría hacerlo, el problema es que en este país lo haces y ya estás señalado. Según a quien cites, te van a marcar ideológicamente.


Se resiste, pues...

Lo hago: Gil de Biedma, Francisco Umbral y Enrique Vila-Matas. Con esos nombres igual salgo airoso.


España es un país con grandes escritores.

Sí, pero me preocupa mucho la gran descofianza que tiene el país por todo lo que hace. Y no solo se manifiesta en la literatura, también en el cine, la ciencia y la política; a la hora de construir una autopista o el tren de alta velocidad. Hay una gran desconfianza; vivimos en un estado de permanente desconfianza hacia todo. Y un país civilizado da más crédito a sus productos culturales... y políticos.


Con los políticos igual hay alguna razón para no confiar. Usted vive a caballo entre España y Estados Unidos. Muchas de las cosas que pasan aquí serían impensables allí. Como lo de pitar el himno en la final de una competición deportiva.

Eso es inimaginable. La pitada fue un signo de libertad de expresión, sí, pero lo que había de trasfondo era una movida del nacionalismo catalán y vasco. Fue un poco de Berlanga y Valle-Inclán, que son los que mejor han retratado a este país. El problema es que si dices que estuvo mal, enseguida te colocan la etiqueta de fascista; y, si dices que estuvo bien, te colocan otra etiqueta igual de injusta. Habría que resucitar a Berlanga y Valle-Inclán para que nos dijeran qué fue en realidad.


En ‘Setecientos millones de rinocerontes’ vuelve a jugar con uno de sus temas, la identidad.

Siempre me ha preocupado la idea de si somos realmente quien decimos, si cuenta algo nuestro nombre. La literatura es un sitio donde puedes desmontar todas las cosas y he querido romper esas fronteras. Eso lo aprendí cuando me dedicaba a la enseñanza. Un día pregunté a un alumno quién había escrito ‘ La Celestina’ y me respondió que Pérez Galdós. ¿Es importante saber que Galdós no escribió ‘La Celestina’? Para nosotros sí, pero a mucha gente no le afecta esa convención cultural. En mis libros, cambio atribuciones, me invento autorías... Hay lectores que dicen que lo que hago es delirante, pero yo no lo creo. La literatura sirve para hacernos más libres. ¿Deliraba don Quijote? Yo creo que no, que lo que hacía era ver otras cosas donde todos veían lo mismo. Me gusta desmontar las construccions culturales porque, al hacerlo, vemos mejor las cosas. Y, viendo que son meras construcciones, somos más libres.


Muchos lectores no saben si lo que usted escribe son novelas o libros de relatos.

Escribo novelas que parecen libros de relatos y libros de relatos que parecen novelas. Esta última obra, en realidad, se parece mucho a un libro de poemas. Pero solo existe la literatura. Hemos querido ver géneros en ella pero se trata simplemente de etiquetas para entendernos más con ella. La literatura es lo que me interesa, ya sea en una novela, un libro de poemas o un ‘tweet’.


Este es su tercer libro publicado este año. Es usted un stajanovista.

Defiendo la literatura como un trabajo artesanal más. Ese mito romántico del escritor como una especie de mesías es algo torpe y nos ha hecho mucho daño. Hay que trabajar todos los días. Yo me dedico a mover palabras como un albañil mueve ladrillos. Algún día, trabajando, se puede tener una idea genial, pero es raro. Un escritor que no escribe es pura vagancia.

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