Trabajando entre todos las emociones en el aula

Las emociones han estado ausentes del aula durante mucho tiempo. Todo aquello que no aparecía en los libros de texto no era contenido para trabajar en clase. Hoy, las escuelas y el profesorado ya no son las únicas fuentes de transmisión de conocimientos. Los docentes debemos asumir el rol de facilitadores de los aprendizajes y, en este proceso, la inteligencia emocional es fundamental.

Las emociones deben tener cabida en nuestras aulas porque el cambio educativo y social que nuestra sociedad demanda vendrá de la mano de una buena gestión emocional. Debe realizarse una selección de las emociones que se quieren trabajar, que dependerá del ambiente del alumno, de su características, de la interacción del grupo–clase con el profesor... Debemos abordarlas de forma sistemática, despertando la curiosidad en los alumnos. La clave fundamental: expresar las emociones. Veamos algunos ejemplos.


emociones positivas...


l Alegría: la clase debe ser un espacio en el que los alumnos se sientan alegres. Debemos darles la oportunidad de que expresen su alegría. Un niño que se ríe es un niño feliz; preguntémosle por qué se siente feliz, mostrando verdadero interés por su respuesta. Esta generará una cadena de intervenciones en el grupo–clase que creará un ambiente de compañerismo y complicidad muy positivo para el desarrollo de las relaciones interpersonales.


- Gratitud: debemos favorecer momentos para que los alumnos y el profesor puedan expresar su gratitud. La vida en el aula ofrece muchas situaciones propicias para ello.


- Serenidad: los profesores debemos ser un buen ejemplo de serenidad. En el aula –como los padres en casa– somos un modelo a seguir. Un docente que no escucha a sus alumnos, no será escuchado por ellos. Debemos mostrarnos serenos ante los conflictos y favorecer siempre el diálogo; buscar con los chavales las posibles alternativas y ayudarles a tomar decisiones, analizando los pros y los contras.


- Ilusión: junto con la alegría, en el aula no debería faltar nunca esta emoción. Sabemos que el alumno motivado e ilusionado es el que realmente aprende. Debemos plantearles retos a su alcance y que le resulten atractivos, por los que no pierda las ganas de estudiar. Habría que huir del academicismo de los rígidos currículum y avanzar por el camino del trabajo colaborativo y globalizado.


- Ternura: el profesorado no puede caer en el error de convertirse en el amigo de sus alumnos. Su rol no es ese. Su autoridad y conocimientos no deben cuestionarse, pero esa posición no está reñida con la ternura. El maestro debe demostrar cariño hacia sus alumnos;ellos necesitan sentir esa emoción que él irradiará inmediatamente. Todos necesitamos que nos quieran y nos lo demuestren, y todos necesitamos demostrar nuestro cariño.


... y las negativas


Estas hay que trabajarlas en el aula para enseñar a nuestros alumnos a que las controlen bien y no les bloqueen.


- Tristeza: nuestros alumnos también deben poder contar por qué están tristes. Debemos darles esa oportunidad y entre todos buscar soluciones que alivien su malestar, hacerles ver que no están solos y que esa tristeza que sienten no puede impedirles seguir el camino hacia delante.


- Miedo: según la edad de los escolares, esta emoción se vive de forma diferente. En cualquier caso, y como en todas las demás emociones, debemos facilitar momentos en la jornada en los que puedan verbalizar sus estados de ánimo. El miedo, la más irracional de las emociones, es también la más bloqueante y es muy importante trabajarla convenientemente en el aula con dinámicas de grupo, como rol–­playing…


- Ira: a veces los chavales experimentan en el centro esta emoción contra sus compañeros. No debemos dejar que se enquiste el problema. Inmediatamente, hay que tratar el conflicto y averiguar la causa, canalizando la ira originada; de no ser así, el clima del aula se enrarecerá cada vez más.


- Envidia: bien trabajada en el aula, consolida la autoestima y la aceptación de lo que uno tiene. Ensalzando a cada uno por lo que es, estaremos ayudando a nuestros alumnos a no ser envidiosos.


- Aburrimiento: el mal de nuestros jóvenes. Dediquemos unos minutos al día a aburrirnos juntos en clase, a no hacer nada o a hacer aquello que no nos gusta. No pasa nada. Hay que hacerles ver que aburrirse no es malo; que no hay que estar haciendo actividades placenteras constantemente; que necesitamos al aburrimiento, como compañero de viaje, de vez en cuando.