Al campus no le salen las cuentas

En Ciencias sufren porque la climatización no es suficiente para los laboratorios, en Medicina no se dan "ni una alegría" y en Filosofía algún departamento no podrá reponer el tóner. Son solo algunas consecuencias de los recortes en el gasto corriente de las facultades.

Al campus no le salen las cuentas
Al campus no le salen las cuentas
Guillermo Mestre

Llevar una casa no es tarea fácil, sobre todo si escasea el dinero. Y aunque los decanos y los administradores de las Facultades de la Universidad de Zaragoza son ya expertos en el difícil arte de cuadrar cuentas y priorizar gastos, todo tiene un límite, y el milagro de los panes y los peces es imposible de reeditar cuando hay que pagar las fotocopias, reparar instalaciones que usan a diario cientos de alumnos o invitar a comer al conferenciante que se trae hasta el Aula Magna por cero euros la hora.


La noticia, publicada por HERALDO, sobre el plante de los suministradores de papel y material informático a un departamento universitario por los retrasos en los pagos (diversas fuentes consultadas insisten en que es una situación puntual) resucita el ya manido debate sobre las penurias económicas de una universidad que es la novena mejor de España, según el ránquin de Shanghái.


Hace meses, el departamento de Infraestructuras de la institución dio orden de suspender cualquier reparación urgente si esto no ponía en riesgo a la comunidad educativa. Ahora, no hay instrucción por escrito, pero si de facto. El dinero que tradicionalmente el Gobierno de Aragón destinaba a esta partida se ha reducido cerca de un 20% (este año se anunciaron 246 millones, frente a los 286 millones en 2010). A esto se suma que el plan de infraestructuras

está completamente paralizado.

Larga lista de deberes pendientes

Las carencias se miden en tóner, en papel y en situaciones de habitabilidad. En la Facultad de Ciencias no ocultan que "se controla todo al detalle, incluso lo imprescindible". Aunque ellos pueden asegurar que tienen sus gastos en orden hay obras necesarias que no se llevan a cabo.


El administrador, Jesús Samper, explica que corresponde al decanato el mantenimiento de las aulas y de ciertos servicios, mientras que la Universidad paga gastos generales (agua, luz, calefacción, etc) y, aparte, cada departamento cuenta con su partida correspondiente. A día de hoy, la lista de deberes pendientes es larga: muchas persianas de Física están bloqueadas, ni suben ni bajan, y es imposible hacer proyecciones en esas clases. En el aula magna, varias luminarias ya no funcionan, porque hay que estudiar bien cuándo contratar el andamiaje para repararlas, y el ‘mecanismo elevador’ (que no era otro que el brazo del profesor) de una pizarra también ha dicho basta. Además, el aire acondicionado de obra es muy escaso para mantener a una temperatura adecuada los laboratorios comunes de Ciencias, lo que interfiere en las prácticas. "El gasto de protocolo se limita al 3%, y esto supone que cuando invitamos a alguien de prestigio no solo no le pagamos, sino que tampoco da para invitarle a comer", dice Samper.


En esta facultad han pasado de contar con más de 90.0000 euros para este tipo de incidencias, a tener cerca de 58.000, con los mismos alumnos y nuevas necesidades. Así que las cuentas no salen.


En Medicina, hace ya varios años que el aire acondicionado se contrata de forma externa durante los meses más calurosos y aunque el decano de la facultad, Javier Castillo, prefiere desdramatizar, reconoce que el panorama es complicado. "Nos dan muy poco dinero, hemos tenido que concienciarnos de que alegrías, ninguna. En secretaría tenemos pantallas que necesitan un cambio urgente y allí siguen, y cualquier obra exige planificación", explica. "De momento, la previsión y el control han permitido que no nos hayamos quedado sin fondos y que llevemos las cuentas al día", asegura.

Problemas de infraestructuras

En Filosofía y Letras, mientras, les crecen los enanos. El bloqueo de los pagos se ha hecho a un departamento de esa facultad (en este caso, el dinero pertenece al gestionado directamente por ese departamento, no por el decanato), pero llueve sobre mojado.


Uno de los edificios más castigados es el llamado pabellón de Filología, donde se desprenden plafones del techo o de algunas aulas, hay filtraciones y el mobiliario (al igual que en otros edificios) vive segundas y terceras vidas.


A Eliseo Serrano, decano de esta facultad, le pilló por sorpresa el problema con los proveedores de material, ya que no tiene constancia de que sea generalizado en los departamentos que están bajo su cargo. No obstante, sigue siendo firme y cree que la situación debe cambiar. "La Universidad de Zaragoza tiene la segunda menor financiación cuando se mira lo que otorga cada Gobierno autonómico. Vamos por detrás de las catalanas, y es una situación decepcionante", reconoce.

El caso de su facultad es especialmente decadente porque se ha convertido en el símbolo del fracasado plan de infraestructuras. Sus instalaciones están tan deterioradas que no se descarta tener que cerrar algunas zonas si algún episodio de falta de mantenimiento va a más. Se haría, en todo caso, para salvaguardar la integridad de los alumnos.


Todo sería distinto si el dinero hubiera llegado. Por eso, el rector, Manuel López, mantiene su pulso con la DGA con un contencioso administrativo por el que le exige 51,5 millones de euros, que deberían haber recibido si se hubiera cumplido el pacto de financiación de 2011. En concreto, la Universidad de Zaragoza cifra en 50 millones de euros la cuantía que precisará en los próximos cinco años para hacer frente a obras urgentes en sus edificios. Esto, contando con la rehabilitación de la Facultad de Filosofía y Letras, una intervención que las autoridades universitarias consideran prioritaria y que se viene retrasando desde hace años.

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