El insaciable Pau

A sus 34 años, Pau Gasol sigue sin saciar su sed de éxitos. El pasado lunes superó el listón de los 18.000 puntos en la liga regular de la NBA.

Pau Gasol es felicitado por los aficionados de Chicago tras el último partido disputado en el United Center.
Pau Gasol es felicitado por los aficionados de Chicago tras el último partido disputado en el United Center.
Kamil Krzaczynski/Efe

A menudo, las estadísticas son mentirosas y traicioneras. Nublan una visión más panorámica y certera. Sin embargo, los 18.004 puntos que Pau Gasol alcanzó el pasado lunes en la cancha de los Brooklyn Nets –una cifra amasada en 982 partidos en la liga regular de la NBA–, anuncian a gritos la dimensión única e histórica del genio de Sant Boi de Llobregat. Hace tiempo que ingresó en la categoría de leyenda del baloncesto nacional y mundial, pero, a sus 34 años, la ambición no se ha marchitado. La bacanal de éxitos tanto en el Barcelona, como en la selección y en Los Angeles Lakers, no ha saciado esa sed eterna. Al contrario. Su meta más inmediata pasa por conquistar su tercer anillo, esta vez con los Chicago Bulls, en unos apasionantes ‘play offs’ que arrancan el próximo sábado.


"¡Gran victoria de equipo esta noche en Brooklyn! Hemos jugado muy bien tanto en ataque como en defensa. También orgulloso de haber llegado a los 18000 puntos en mi carrera en la NBA". Fiel a su proverbial humildad, este fue el escueto mensaje que lanzó el pívot tras conquistar una nueva frontera en la mejor liga. Primero cita al equipo y después luce su gesta. A esos 18.004 puntos deben sumarse otros 1.801 en las eliminatorias por el título y los 54 en sus cinco participaciones en el All Star. En total, 19.859 puntos en la competición más elitista y exigente, aquel planeta inaccesible en el que el pionero Fernando Martín se introdujo con timidez y sordina, y que Pau ha conquistado desacomplejado, de la mano de un talento salvaje y admirable.


La actual campaña encerraba una trampa mortal que ha sorteado magistralmente. Le precedían tres años consecutivos en los que la decadencia de los Lakers, unida a su propensión a las lesiones, sumieron al internacional español en un progresivo proceso de degradación deportiva. Los capítulos más felices de su carrera parecían estar ya escritos. Ni el más acérrimo de sus seguidores auguraba un resurgimiento como el que está protagonizando en la Ciudad del Viento.


Tras valorar el pasado verano ofertas de la aristocracia de la liga, como San Antonio Spurs u Oklahoma City Thunder, optó por unos Chicago Bulls que encerraban el asterisco de las inestables rodillas de su bandera, el ex MVP Derrick Rose. Sacrificó contratos más generosos y un camino teóricamente más sencillo hacia el anillo para enrolarse en el proyecto que más le seducía y que se adaptaba con mayor precisión a sus cualidades. La apuesta se ha revelado providencial. El ecosistema creado por el técnico Tom Thibodeau ha devuelto a Pau a su dimensión más brutal. Sin el físico privilegiado de su juventud, pero con una experiencia desbordante, está completando un ejercicio sublime. Tanto estadísticamente como en intangibles como el liderazgo al que le han obligado las constantes ausencias de Rose por su rosario de percances.


Los números son irrebatibles. Pau acredita unos promedios de 18,5 puntos, 11,8 rebotes, 2 tapones y 2,7 asistencias por encuentro. Ha alcanzado 53 dobles dobles (dobles dígitos en puntos y rebotes) en sus 77 incursiones en la liga regular. Nadie le ha igualado ni superado en este apartado. Un tránsito glorioso que en febrero fue recompensado con un puesto en el cinco incial en el All Star de Nueva York, donde se enfrentó a su hermano Marc, y que sueña con ser coronado con un anillo en los Bulls, una franquicia ausente de las finales desde la retirada del mítico Michael Jordan.


Pau ya vislumbra una nueva participación en los ‘play offs’. Ese territorio en el que las emociones y la adrenalina se funden en un combinado altamente adictivo. En la Conferencia Este asustan unos Cleveland Cavaliers hambrientos y comandados por LeBron James. Pero la palabra miedo nunca ha habitado en el diccionario del gigante barcelonés.


Mientras tanto, aguarda la batalla asido a la normalidad. "Salgo a hacer mi trabajo lo mejor que puedo, a ayudar al equipo de la mejor manera y lo estoy dando todo. Cada día hago lo que debo para estar al más alto nivel", comenta. Parece fácil. Sólo lo parece.