Mientras haya afición...

La crisis y la falta de festejos son el toro más difícil para los alumnos de las escuelas taurinas de Aragón, pero su ilusión mantiene viva la fiesta .

Mientras haya afición...
Mientras haya afición...

Con solo diez años, Javier Aznar y Daniel Artazgos conocen el arte del toreo. El primero lleva ya un año recibiendo clases en la Escuela de Tauromaquia de Zaragoza y los fines de semana en la plaza de toros de Calatayud. Daniel Artazgos, en la Escuela Taurina de Zaragoza, en Villafranca de Ebro. "La primera corrida que vi tenía cinco años, fue aquí, en la plaza de toros de Zaragoza. Y desde entonces supe que quería ser torero. A los siete años se enteraron mis tíos de que existía esta escuela y me apuntaron", recuerda Javier Aznar. No hay edad para el toreo. Y lo dicen los responsables de las escuelas taurinas de Aragón, que imparten el arte de la tauromaquia a alumnos que apenas superan los 8 años o que sobrepasan los 40. "El torero nace, y desde bien pequeño muestra interés y le gusta. Y cuenta los días para cumplir los 14 y ponerse delante de una res para torearla. Son horas y horas de preparación, y su ilusión es salir al ruedo", destaca Ramón Olid, profesor de la Escuela de Tauromaquia de Zaragoza, que junto a la Escuela Taurina de Zaragoza son los dos centros oficiales donde aprender el arte del toreo.


La edad mínima para participar en espectáculos taurinos se ha convertido en tema de discusión esta semana, tras conocerse la intención del Gobierno aragonés de permitir a los niños de 12 años formar parte de los festejos si van acompañados de un adulto o tutor. Mientras, los alumnos más jóvenes de las escuelas taurinas aragonesas deberán esperar a los 14 o incluso los 16 años para torear su primera res. Para Ramón Olid, no es buena idea permitir a niños tan pequeños participar en los festejos, "porque carecen de la picardía y la rapidez necesarias para ponerse delante de una res", y considera que la normativa es injusta para los alumnos de las escuelas, "que hasta los 12 no pueden inscribirse oficialmente y hasta los 14 no pueden torear". Desde la Escuela Taurina, en Villafranca, el maestro Iván López ve "un sinsentido que un alumno bien preparado tenga que esperar hasta una edad pero después resulte que un niño de 12 años sin preparación alguna pueda salir a las vaquillas", aunque el exnovillero ve buena idea bajar la edad, "porque el alumno que quiera ser torero ha de comenzar cuanto antes y coger experiencia, pero si baja la edad ha de ser para todos".


Un mundo muy duro


En la Escuela de Tauromaquia de Zaragoza, donde imparten clases Ramón Olid y Santiago Gómez, estudian 14 chavales. En la Taurina de Villafranca se reúnen una decena. Se suma a la lista la Escuela Taurina Oscense, que dirige Jorge Lozano y que está a la espera de obtener el certificado oficial, y en la que estudian otros ocho alumnos. Entre todas, y sumando otras peñas como la de Calatayud, apenas se supera el medio centenar de alumnos en todo Aragón. Para muchos demasiado pocos, "y aún así las posibilidades de que salga una figura son muy escasas –reconoce Ramón Olid–. Es un mundo muy difícil donde apenas hay huecos libres y donde torear se ha convertido en una odisea. El torero casi siempre se tiene que pagar su propia corrida y por una novillada llegan a pedirle 6.000 euros. Y los gastos ya no bajan de 900 o 1.000 euros por corrida. Es uno de los mensajes que damos a los alumnos, que el esfuerzo ha de ser verdadero, porque solo los que valen pueden vivir de esto. Y apenas son un 2 por ciento".


La Escuela de Tauromaquia de Zaragoza se configuró hace apenas dos años, por la unión de dos escuelas, la de Torrero y la del Carmen. "Esta última fue creada en 1984 y de ella han salido todos los matadores que ha dado Aragón en estos últimos años", indica Santiago Gómez. Y nombra a Serranito, El Tato, Jesús Millán, Paulita... "Porque hace falta una escuela para crear toreros, aunque aún hay mucho que no lo entiende y cierran el grifo a cualquier subvención. Sobrevivimos como podemos, sin patrocinios ni apoyos, con nuestro trabajo constante y la ayuda de algún pueblo que nos llama cuando hay fiesta con becerras, para que los alumnos puedan vestir de corto y hacer el paseíllo. Pueblos como Tarazona, Alcañiz, Escucha..., que nos invitan desde hace ya 32 años". Más posibilidades tienen de torear los alumnos de la Escuela Taurina, que dirige el exnovillero Iván López. "Tenemos alumnos de Zaragoza, pero también de Barcelona, de Valladolid..., y vienen de tan lejos porque en esta escuela surgen más posibilidades. Nuestros alumnos están de octubre a junio, y el verano estamos toreando por todo Aragón. Llevo las ferias de San Adrián, de Calamocha, de Villanueva de Gállego, de Alcorisa... Montamos novilladas y hacemos intercambios con otras escuelas. Y gracias a ello nuestros alumnos pueden salir antes a la plaza".


Como un monje


Entre los alumnos de Iván López destaca Alejandro Andreu, triunfador del primer Bolsín de la plaza de toros de Zaragoza, concierto de mejores novilleros celebrado el pasado 15 de marzo. "Empecé tarde, a los 16 años, pero he luchado por ponerme al día y alzarme con el Bolsín me ayudará a crear ambiente y ponerme en las plazas", destaca Andreu. Comparte con todos el sueño de ser torero, aunque los profesores de las tres escuelas se encargan de ponerles los pies en el suelo. "La primera lección que reciben es que deben tener unos estudios, que no han de descuidar su vocación. De hecho, si suspenden o hacen el vago en la escuela les dejamos aquí sin clases", destaca Ramón Olid. "Con la juventud los hay que se quieren meter a toreros, por la chulería, el ligoteo... Luego descubren que hay que ser muy disciplinado, porque un torero vive como un monje: piensa en el toro las 24 horas del día. Y es humilde como un monje, porque el torero nace del respeto".


Según Santiago Gómez, "se necesitan muchos años de esfuerzo y mucha suerte. Y nos encontramos con alumnos que a los cuatro días ya quieren torear y ser famosos. Otros vienen porque les gusta a sus padres, y se cansan enseguida, claro. Y los hay que no quieren luchar más y lo dejan". Iván López señala que "lo importante no es tanto torear bien, sino tener carisma. Y pocos lo tienen. Lo primero que le digo al alumno es que esto es muy sacrificado y es mucho más que un hobby, es un modo de vida". Y, desde Huesca, Jorge Lozano destaca que "otra gran función de las escuelas taurinas es crear aficionados. Pueden aprender a torear, a coger la muleta, conocer los pases, los quites, los tercios y la suerte de matar. Pero si conseguimos crear aficionados podremos sostener la fiesta. Porque se ha perdido mucha afición:los medios ya no informan de toros como antes, la crisis ha dejado muchos pueblos sin festejos, la burocracia es tremenda para montar cualquier espectáculo...". También Santiago Gómez ha detectado un bajón en la afición, "normal con tan poco apoyo. Pero ver a los chavales tan jóvenes ilusionados con el capote mantiene viva la esperanza".