Guinda, un místico sin fe

El poeta aragonés publica uno de sus libros más eniugmáticos y bellos: 'Catedral de la noche' en Olifante.

Ángel Guinda leyendo en el Teatro de la Estación.
Guinda, un místico sin fe
Guillermo Mestre

Ángel Guinda es un poeta resistente (o "rexistente", según su propia terminología) no solo en materia vital, sino también en materia poética, que, al igual que algunos de los poetas novísimos de José María Castellet, como José María Álvarez o Pere Gimferrer entre sus más productivos supervivientes, ha sido bendecido con el don de la creación poética, que en 2014 se vio interrumpido en materia de publicación al dar a la imprenta la reunión de sus afolirismos (o aforismos propios, según la terminología del poeta sueco Arthur Lundvikst) con el título ‘Libro de huellas’ en el sello editorial Tigres de Papel, pero que, en el presente año 2015, se ha visto continuado, tras una larga gestación de más dos años, con ‘Catedral de la noche’, su nueva entrega poética, aparecida en la editorial Olifante y escrita, como reza el título del libro póstumo de Vicente Aleixandre, en gran noche, porque Guinda, como San Juan de la Cruz, sabe de la claridad de la fuente que mana y corre aunque es de noche, espacio en el que asume el papel de "centinela" nocturno al que se refería el poeta vanguardista francés Guillaume Apollinaire: "Tú corazón, ¿por qué lates? / - Melancólico vigía / La noche acecho y la muerte".


También hay que recordar su inclusión, en esteaño 2015 y como poeta de la conciencia crítica, en ‘Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014)’, una antología preparada por el poeta y crítico Alberto García-Teresa y aparecida en el sello editorial La oveja roja.


‘Catedral de la noche’ es, así, el personal "diario de noche" de Ángel Guinda, un poeta para el que "es necesario visitar el cielo", como dice el verso del poeta uruguayo Ricardo Paseyro, después de haber tenido "residencia en la tierra", al modo del poeta chileno Pablo Neruda.


La realidad trascendente


Por ello, el nuevo poemario de Guinda muestra su realidad trascendente como ser humano en el espacio oscuro de la noche, sobre el que arroja la luz brillante de unos poemas labrados con pasión y precisión de orfebre, en los que se pregunta por "el nombre conseguido de los nombres", al que se refería el andaluz Juan Ramón Jiménez en su libro ‘Animal de fondo’, pero con el acento grave e inquietante del problema de los heterónimos planteado por el portugués Fernando Pessoa : "¿Con la voz de qué yo despertaré?" (‘El nombre’). Pero Guinda también se autorretrata de noche en blanco y negro, con la cruz a cuestas de una vida que, como la suya, nació de la muerte quien le dio vida, ya que, según sus palabras, "nací de las entrañas de la muerte", pero "¡vendrá la Noche y no me encontrará" ( ‘Del natural’). Así, la noche es espacio de reflexión, dado que "el tiempo avanza, nuestro tiempo retrocede" (’Cuando llega la noche’), por lo que, para preservar su vida del olvido, "¡ya sólo escribo para no olvidar!", confiesa ( ‘Transfiguraciones’). Por eso se pone en pie al amanecer y rinde homenaje a la luz, aunque su centro de irradiación esté en su ya citada "gran noche" aleixandrina.


También debido a eso expone su ‘Elogio de la inmadurez”’en liras profanas que contrastan con las de Fray Luis de León o el ya citado San Juan de la Cruz, haciendo de su vida una Arcadia o lugar ameno como la del Renacimiento y siendo místico sin fe, como Fernando Pessoa, en la ‘Catedral de la noche’.


En definitiva, Ángel Guinda da testimonio en su nuevo poemario de haber sido un hombre feliz, pero la trama de vivir se lo ha impedido y él ha presentado su dimisión de "existente jovial y atribulado" en uno de sus sonetos como el poeta aragonés Miguel Labordeta en estas palabras entrecomillada de su poema ‘La penúltima declaración del ilustre profesor sin chaqueta’, incluido en su libro ‘Epilírica’, pero, por fortuna para su fiel público lector, sin marcharse del todo.