Trece navateros sortean los rápidos del Gállego bajo la lluvia

El descenso del río, que alcanzó la edición número 13, fue más fácil gracias a una suelta extraordinaria de caudal. Cientos de personas siguieron durante dos horas el viaje de dos navatas a lo largo de 7,5 kilómetros hasta llegar al puente de hierro de Santa Eulalia.

Trece navateros, entre ellos dos mujeres, protagonizaron ayer el descenso del río Gállego. En dos embarcaciones recorrieron un tramo de 7,5 kilómetros entre la playa de Murillo de Gállego y el puente de Santa Eulalia. Pese a la lluvia, cientos de personas contemplaron el viaje de dos horas en recuerdo de este oficio tradicional de transporte de la madera desde el Pirineo hasta la desembocadura del Ebro. El caudal no era abundante, pero la Confederación Hidrográfica del Ebro realizó una suelta extraordinaria, con 50 metros cúbicos por segundo, para facilitar la navegación.


Los remeros tuvieron que demostrar su habilidad para surcar los obstáculos. Se emplearon a fondo en el puente de Murillo, donde se concentra la corriente por el estrechamiento, y en el paso de la Lavadora, complicado por ser un trazado con curvas. Los navateros también sortearon con pericia los obstáculos de piedra caídos y los rápidos.


Sobre la embarcación de tres trampos iban ocho personas, entre ellas una veterana de Biscarués, mientras que en la más pequeña, de dos, viajaban cinco. Los navateros de la Asociación de la Galliguera habían invitado a surcar el río a colegas de la comarca de Sobrarbe y del Valle de Hecho, que también realizarán exhibiciones esta primavera.


La edición número 13 se desarrollo bajo la lluvia, pero el tiempo no fue obstáculo para que fuera seguida por numeroso público. "El día no era muy bueno y ha llovido bastante, pero había bastante gente, nos ha sorprendido", comentó el presidente de la asociación de navateros, Pedro Borau, que este año se enfrentaba a una dificultad añadida, el mayor peso de los troncos porque la madera era nueva. Un navatero cayó al agua al desestabilizarse la embarcación más pequeña, pero enseguida volvió a subir. Esto, según los organizadores, demuestra los riesgos que conllevaba este oficio y da más emoción al descenso, convertido ahora en una fiesta. La jornada concluyó con una comida de convivencia en Biscarrués, que puso el broche de oro a las XIII Jornadas por el río Gállego.