De los desayunos a las fiestas con Dj, cómo hemos cambiado para hacer la Primera Comunión

La celebración de este sacramento ha evolucionado drásticamente en los últimos 100 años.

Irene Castillo de comunión hace más de 70 años
Irene Castillo de comunión hace más de 70 años

Celebrar la primera comunión hace tiempo que ya no tiene el significado con el que se implantó en la sociedad española. El significado religioso pasa a un segundo o tercer plano en la mayoría de las celebraciones, en las que lo que más importa es el vestido, el banquete y, en especial, los regalos. En sus orígenes, allá por el siglo XIII, la Primera Comunión no era un acto socialmente relevante, pero esto empezó a cambiar con la llegada del siglo XX.


Trajes blancos de manga larga y con cuello redondo se unían a velos y grandes tocados. Este era el vestuario típico de las niñas de los años 40. Una ropa que fue modernizándose según pasaba el tiempo. Los vestidos se hicieron más simples, el velo se redujo hasta desaparecer en la década de los 80 y casi lo mismo le ocurrió al tocado, que se ha convertido en una simple diadema o corona de flores. Por su parte, las mangas se han encogido hasta el punto de que muchas niñas han hecho la primera comunión en tirantes, e incluso, con escote de barco.


En el caso de los chicos el cambio ha sido un poco más lento. En los años 30, el blanco también era el referente para ellos, pero su forma era muy similar al traje de marinero que se lleva en la actualidad. No obstante, en todo este recorrido se pusieron de moda otros estilos que no terminaron de funcionar. “Mi hijo Gabriel fue vestido de 'duquesito', que era la ropa que estaba de moda en la década de los 60, con un pantalón blanco, chaqueta negra y puntillas en los puños de las mangas y el pecho”, explica su madre Elisa. Finalmente, las tendencias de marinero o almirante son los que siguen triunfando en la actualidad.


A lo largo de los años se han repetido aquellas épocas en las que estaba de moda el traje de monja para ella y el de fraile para él. “De hecho, después de mucho tiempo, han vuelto a aparecer en algunas tiendas, sobre todo porque al ser más sencillos son mucho más baratos”, sostiene José Ángel Oliver, presidente de la Unión de Consumidores de Aragón (UCA). No hay que olvidar que todavía hoy en día hay colegios que tienen su propio uniforme para las comuniones y todos los alumnos visten de igual manera.


De este modo, las comuniones de los años 20 se caracterizaban por desayunos o meriendas en lugar de comidas, para intentar reducir gastos, los regalos eran casi inexistentes y el reportaje fotográfico estaba compuesto por unas tres o cuatro imágenes, “todas en las mimas posturas: con las manos puestas para rezar o sujetando el libro de la catequesis”, señala Enrique, de Henry Fotógrafos.


Poco a poco, esos desayunos fueron dando lugar a comidas familiares en el hogar, para después trasladarlas a los restaurantes. Esta diferencia ya la notó María del Mar, de 49 años. “Para la comunión de mi madre hicieron una pequeña comida en casa, sin embargo, para la mía y la de mi hermana comimos en un restaurante de Zaragoza”. Su reportaje fotográfico también fue más extenso, “con la llegada de los negativos se ampliaron a alrededor de una veintena de fotografías”. Aún así, la postura se mantiene y el libro de la catequesis junto al rosario se convierten en compañeros inseparables.


Pero si hay un aspecto en el que encontró verdaderos cambios fue en los regalos. Su madre no había tenido ninguno, mientras que ella ya pudo disfrutar de algún que otro juguete y la típica bola del mundo. “Los primeros presentes materiales por la primera comunión estaban muy orientados al cambio de niño a adolescente y a la educación, como juegos de escritura y libros”, sostiene Oliver.


Pese a la gran evolución que se podía percibir en los años 70, no fue nada comparado con lo que ella misma vivió casi treinta años después al celebrar la comunión de su hija. “Fue en pleno 'boom' de las 'mini-bodas', fuimos a un hotel con unos sesenta invitados, orquesta, payasos y hasta jotas”, relata. Para este gran día tampoco faltó un amplio reportaje fotográfico de estudio, al que se le añade el de la Iglesia más un vídeo. “Era todo muy excesivo, pero como los abuelos eran mayores, quisimos que fuera algo especial”, puntualiza. Un exceso que se trasladó a los regalos. “Televisión, videoconsola, juegos y un amplio etcétera”, sostiene María del Mar. Lo único que le “faltó” fue el viaje, que en aquellos años comenzaba a ponerse de moda. “En esa época casi todas las comuniones iban acompañadas por un viaje a Disney Land París”, recuerda Oliver.

Pero, llegó la crisis...

El trabajo comenzó a flojear, se produjeron los primeros despidos y la fila del Inaem empezó a crecer como si no tuviera final. Ante esta situación, muchos fueron los padres que comprobaron que no podían seguir manteniendo el mismo ritmo y buscaron diversas formas de reducir el precio de estos actos. “Las familias se resisten a dejar de celebrarlo pero intentan menguar el número de invitados, contratar menús cerrados, utilizar trajes de familiares o comprarlos por internet”, subrayan desde la Unión de Consumidores de Aragón (UCA).


De este modo, se ha pasado de un gasto medio superior a los 3.000 euros a rondar los 2.000, según señala Oliver. Para ello, ha habido muchos cambios. “El viaje ya no es a París sino que se buscan sitios de aventura nacionales como puede ser Port Aventura, e incluso, algunos padres piden que el presente sea en efectivo para costear parte de la celebración”, puntualiza Oliver.


Lo mismo ocurre con la comida. “Hay muchas familias que han optado por algo mucho más íntimo, solo con los abuelos y los tíos en algún restaurante con menú del día”, subraya Luis Vázquez, presidente de la Asociación de Restaurantes de Zaragoza. Por su parte, en el sector de la fotografía muchos son los familiares que tienen una cámara y deciden tomar el control de la situación tanto en la Iglesia como en el banquete.

Quién puede, sigue ampliando la comunión

No obstante, aquellas familias que siguen gozando de una economía saneada continúan con un ritmo igual o superior al que se veía años atrás. “Móviles, tabletas digitales y videoconsolas son los regalos más demandados, de hecho, desde hace un par de años es común ver cómo han aparecido las listas en los grandes almacenes, todo como si fuera una boda”, sostiene Oliver. Y esta “boda” se traslada a estudio fotográfico. “No es extraño que una madre te pida más de un centenar de fotografías, un álbum grande para ellos y dos pequeños para los abuelos, más las imágenes de la Iglesia y quizás el vídeo”, recuerda Enrique.


Fotografías que, incluso, puede que algún día se trasladen al restaurante, en el que la comida cada vez está más en un segundo plano. “Ahora lo importante es la animación y los jardines, que haya buenas vistas y sitios en los que jugar, además, en las gran mayoría de las celebraciones solicitan un Dj, porque es lo que gusta a los jóvenes de hoy en día”, subraya Vázquez.