Perdóname

Cogí la mano de Pilar y avanzamos juntas por aquel pasillo que parecía interminable. Me hizo un gesto y yo le abrí la puerta muy despacio. Al verle, se echó a llorar desconsolada. Él, tumbado en la cama, me pidió que le incorporase. Se besaron sin descanso, en la boca, en las manos, en la cara, por todo aquel tiempo no vivido.


¡Búscala! Por favor - Me dijo Pedro hace tan solo unos días después de saber, a sus 64 años, que su tiempo en este mundo se estaba acabando.


Me pidió algo tan suyo, tan íntimo, incapaz de compartirlo con nadie durante sus más de 40 años de matrimonio.


Yo quise mucho a mi mujer, pero nunca me olvidé de ella, nunca pude olvidarla…. Me fui y nunca supe si ella sentía lo mismo.


A 40 kilómetros, los que separan Zaragoza de Épila, vivieron dos vidas distintas. No se volvieron a ver pero nunca se olvidaron. Antes de cerrar la puerta y dejarles a solas escuché como Pilar le decía: Perdóname.


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