El vuelo del dron

El afilado morro del dron enfiló el desfiladero con la pericia que sus hiperestésicos sensores le brindaban. El paisaje se abría a los lados a un ritmo tan vertiginoso que el doctor Gibarian tuvo que apartar la mirada de la enorme pantalla que presidía la sala de control. Miró nuevamente. Una fugaz silueta de un águila al fondo de la imagen. Y, de pronto, volvió a suceder: pérdida de señal, oscuridad insondable. El técnico viró a la imagen captada desde el segundo dron, que seguía a una prudente distancia a su compañero. Este seguía surcando el aire, no había enmudecido por estrellarse. Gibarian delimitó el área donde ocurría, insistente, tan singular fenómeno. Verificó la localidad que quedaba casi en el centro de la anomalía.

- No hay duda. Irónico que este lugar vaya a acaparar toda la atención del mundo .

Agitó el mapa delante de sus colegas científicos:

- Ya es oficial. No llega señal radioeléctrica. Se puede afirmar que, desde el punto de vista electromagnético, Teruel no existe.


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