El viaje

Me pregunta, con su vocecita, por esa cinta con franjas rojas y amarillas atada al retrovisor interior del coche. Me giro y le explico. Durante unos dos segundos me mira atento, luego se la muestra al pocoyó que lleva en la mano derecha. Hoy vamos de viaje. Unos cuantos kilómetros para llegar al pueblo donde nació el yayo que nunca llegó a conocer.


Antes se pasaba por todos los pueblos, le comento. Me ignora. Ya no paro en Daroca como siempre hacía él. Al fin llegamos. El pueblo también ha cambiado mucho. Su madre le lleva de la mano y yo les observo a unos escasos dos metros. Cuando llegamos a las cuatro esquinas les detengo, me agacho y le señalo la casa vieja y sobria que se resiste a los cambios. Me mira. Espero que algún día entienda este viaje.