​Alguien soñó en Fuendetodos

Con una extraña sensación en el estómago, el muchacho contempló el interior de la parroquia.


Sentía una grandísima impaciencia por comenzar el trabajo pero asimismo, una fuerte inquietud desbordaba su pensamiento. Era un encargo demasiado importante.


Y aunque tenía ya muy clara la idea que quería plasmar en las puertas del armario parroquial, esperaba que su padre lo aprobara.


Por breves segundos añoró las tranquilas tardes en el taller del Maestro Luzán, copiando grabado tras grabado. Sin embargo, tras cuatro años allí, comenzaba a experimentar una tediosa rutina que incluso, en ocasiones, le encolerizaba.


Cerró los ojos y comenzó a soñar. En la posteridad se hablaría de su querido pueblo, Fuendetodos, gracias a la obra de un pintor que, aunque algo huraño y con muy mal genio, derrochaba talento.


Se sonrió al pensar en sí mismo, Francisco de Goya y Lucientes y al escuchar una voz muy familiar, se levantó del banco y suspiró.


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