Siempre estarás ahí

Mi abuelo era único e irreemplazable. Cuando era niña solía visitarle bastante, a pesar de la distancia, puesto que él era de Zaragoza y yo de Barcelona.


-¡Mira mamá, el toro!- solía gritar con la cara pegada en la ventanilla del coche.


Me alegraba al pasar Alfajarín porque entonces sabía que quedaba poco para llegar.


Recuerdo que mi abuelo solía llevarme siempre de la mano por Zaragoza. Íbamos al parque, me presentaba a sus amigos del bar y me contaba cosas que yo todavía no lograba comprender.


-Mira, aquí dentro de unos años habrá un tranvía que cruzará toda la ciudad.


-¿Qué es un tranvía?- pregunté obteniendo una sonrisa triste como respuesta.


Sabía que sus ojos querían ver más allá de lo que podía ver en aquel mismo instante, pero desconocía el porqué. Cierto día lo supe, pero ya era tarde. Le había perdido para siempre. Se fue.


Sin embargo, siempre que vuelvo a Zaragoza le veo, allí residirá siempre, en los rincones de esa hermosa ciudad de Aragón y en lo más profundo de mi corazón.