Los ancianos y su luz

Pedro salió más tarde aquella noche. Debía terminar aquél artículo. Debía hablar de la tercera edad en la sociedad actual y quería desarrollarlo bien. No podía olvidar las dificultades económicas que muchos ancianos atravesaban en la actualidad, así como las carencias emocionales que sufrían dentro de un mundo, el nuestro, que les había condenado a una soledad extrema. Una vez en la calle, se encaminó a casa siguiendo el mismo itinerario de cada día. Paseo Independencia, Don Jaime, Puente de Piedra. Unos pasos antes de abordar la calle Matilde Sangüesa, tropezó y cayó. Al incorporarse, reparó en que la calle estaba más oscura de lo habitual. Miró hacia arriba, fijando su atención en las ventanas de la residencia geriátrica situada frente al Balcón de San Lázaro. Y entonces comprendió. Los abuelos habían apagado las luces, seguramente estarían dormidos o quizá alguno paseaba melancólicamente por sus recuerdos. Su pensamiento fue revelador: caminamos ciegos sin la luz de su experiencia.


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