Manuela la aboscana

No había quien preparase los crespillos de borraja mejor que Manuela la aboscana. Agregaba generosamente el azúcar, la leche y los huevos a la planta verdiazulada y quedaba para chuparse los dedos. En cuanto los zagales olían la fritura, salían disparados a casa de Manuela, que de buena gana los obsequiaba. Había tenido la natural de Adahuesca siete hijos y dieciséis nietos, pero todos habían partido en busca de sueños. Mas aquella anciana nunca habría cambiado por nada aquellas tierras ocres, con sus ríos y viñedos. Y cada veinticinco de Agosto nunca faltaba a la fiesta, engalanada con su flor de viento.


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