A callejear

Dejan el equipaje en el hotel y se dirigen hacia la zona de la catedral. Por el camino se van encontrando con los romeros que vuelven del cerro de San Jorge de celebrar el día del patrón. Anneli se entristece de que un feo costurón en pleno centro de la ciudad lleve un nombre tan bello, solar de Luces de Bohemia, y ya en pleno casco antiguo se extasía con los nombres de sus calles: Travesía del Laurel, Costanilla del Suspiro, calle del Desengaño, de la Zarza, de la Zuda, de Monsieur Boyrie, de Quinto Sertorio...

Luego, tras un discreto deambular por el bar Valero, las cuatro esquinas y la calle Padre Huesca, Osmo se arranca: “te levantas de la cama un día de no hacer nada y empiezas a caminar; saludas a tu portero al vecino del tercero y al tonto de ese lugar y luego, tranquilamente, a callejear, a callejear, que la calle es tuya y de nadie más; y es que Osmo y Anneli son hispanistas finlandeses, o sea, muy concienzudos en su labor, y entienden la verdad de los lugares.


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