Algo más

Desde la otra orilla del río Ebro, se definía una historia que tomaba nuevos rumbos con cada día que pasaba; una historia de dos, un cuarto que compartir, una taza vacía. Tenían la posibilidad de reinventar aquello que tras cada amanecer se volvía a repetir: él llegaba cansado y se atrevía a besarla, tomaba ella, sin ganas de bronca, lo abrazaba. Él creía que ella era feliz, que se alegraba de verle; ella se limitaba a observarlo sin saber si algún día sería suficiente; sus miradas se cruzaban, consiguiendo detener lo único que, a duras penas, los seguía uniendo. Ella lo miraba fijamente, él bajaba la cabeza y ella, se tocaba el vientre. Sin poderlo reprimir, huellas de desconsuelo perlaban su rostro, y él, siempre con la misma excusa, salía de aquella casa.


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