Siete horas con los afectados

Sánchez volvió por segunda vez en una semana a la ribera. Visitó Boquiñeni, Remolinos y Monzalbarba.

Volvió a ‘pisar el barro’ y a buscar la foto con los afectados por los cuantiosos daños de la crecida del Ebro. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, regresó ayer a tierras aragonesas –por segunda vez en una semana– en un gesto de "solidaridad" con los damnificados y lo hizo con todo el aparato nacional (algunos recibieron un curso avanzado de vocabulario de riadas, tras confundir mota con mopa o preguntar por el significado de paridera). Sánchez reunió a su ejecutiva en el Ayuntamiento de Boquiñeni –no se permitió tomar imágenes–, y en una jornada maratoniana de siete horas vivió de primera mano las situaciones personales de decenas de vecinos de la ribera. Los escuchó, se interesó por sus daños, les apoyó, dio ánimos y prometió exigir que les ayuden. "Aquí estamos para apoyaros", repitió. Belén Carcas, una boquiñenera, resumió en una jota el sentir del municipio: "El pueblo de Boquiñeni te agradece tu visita y te pide soluciones, no promesas incumplidas". El socialista recorrió la localidad por la mañana. No dejó de saludar a ningún vecino ni de hacerse fotos con todos (y sobre todo, con todas) que se lo solicitaron. Incluso entró a una farmacia para hablar con las clientas.


A mediodía, se trasladó a Remolinos a visitar un granja donde aún se podían observar los cadáveres de varios terneros. Su dueño, con lágrimas en los ojos, no podía explicar los daños en su explotación ganadera ni la fatal coincidencia del fallecimiento de su padre, al que tardaron en enterrar tres días porque el cementerio estaba inundado. Y con apenas media hora para tomar un bocadillo, emprendió rumbo a Monzalbarba –con una brevísima siesta de por medio en el autobús que le trasladó por la ribera– para observar los daños, también de Alfocea, de mano de sus alcaldes (el segundo del PP).