El arte de buscar y amar los retratos

‘El rostro del tiempo’, obras de la colección Laborda-Lázaro en el Museo Pablo Gargallo.

Jacinto Benavente.
El arte de buscar y amar los retratos
Marcial Buj Chas

La amplitud de los valores culturales aragoneses es, para suerte nuestra, inabarcable. Buena prueba de ello es la exposición inaugurada con el título ‘El rostro del tiempo’ en el Museo Pablo Gargallo el pasado día 18 de febrero. Es una espléndida colección de retratos de los siglos XIX y XX, propiedad, y aquí viene lo noticioso, del prestigioso pintor aragonés Eduardo Laborda y de su esposa, Iris Lázaro, asimismo una más que destacada personalidad en el panorama pictórico.


De Eduardo ya sabíamos los amigos, y muy ampliamente, de su versátil personalidad, vena creativa y logros profesionales alcanzados, en verdad importantes. Pero lo que no podíamos imaginar es que, además, fuese un conspIcuo coleccionista de retratos pintados, preocupado por reunir a lo largo de los años, en una incansable tarea de búsqueda, localización y adquisición, este extenso repertorio que nos enseña hoy de efigies realizadas sobre el papel o el lienzo.


Cierto es que en ésta para él apasionante tarea de descubrir piezas valiosas, le han ayudado mucho sus múltiples y variadas relaciones con pintores, dibujantes, literatos, periodistas, cineastas y artistas de todo tipo, muchos de ellos gente participante en la misma pasión de Eduardo y de Iris Lázaro: el coleccionismo.


Lo importante es que los esfuerzos, conocimientos y su infatigable afición les han permitido reunir, para enseñárnoslo hoy, un repertorio de retratos ciertamente sorprendente por su calidad. Todos son retratos valiosos, los unos por su antigüedad y rareza, los otros por su prodigiosa ejecución, y todos por ese atractivo peculiar que tiene siempre "la obra bien hecha" ("la feina ben feta") que decía el maestro D’Ors.


Coincidiendo en todos un mayor o menor grado de excelencia, nosotros nos quedamos con los aportados por el gran Luis Berdejo, del que tantos y buenos desnudos conocemos. Ha sido, pues, una agradable sorpresa verle salir más que airoso de este comprometido reto que es la realización de retratos, una auténtica especialidad, como es bien sabido. Hablando del tema, al profesor Camón Aznar le oí yo decir en más de una ocasión: "lo más importante de un retrato es el parecido". Y no faltaba razón, porque conocemos pretenciosos retratos que son alarde de dibujo y técnica pictórica (perspectiva, sombreado, matices cromáticos …), pero que, como retratos, están fracasados, al no cumplir el requisito inexcusable del parecido. Junto a la participación del pintor de Teruel, destacan con brillo propio retratos antañones como los aportados por Cidón, la elegante corrección de Duce, y la mano maestra de Navarro López en sus bien logradas ‘Academias’. Un estupendo retrato ‘Anónimo’ (1900), de lo mejor de la muestra, nos debe recordar la existencia de un importante núcleo de buenos retratistas aragoneses cuyos nombres no nos han llegado, pese a su más que evidente calidad. De impagable procede calificar la rareza que es el ‘Autorretrato’ del pintor de Aragón por excelencia Francisco Marín Bagüés (el de Leciñena), pieza única de cuya posesión siempre se sintieron especialmente orgullosos Eduardo e Iris.


Párrafo aparte merece la breve, pero interesantísima, nómina de caricaturistas con los que Eduardo tuvo particular y estrecha relación. Principalmente y entre otros, Bayo Marín y Marcial Buj (‘Chas’), de los que se exhiben trabajos todos ellos realizados con la suficiencia y dominio técnico que caracterizaban a estos profesionales excepcionales. Su lápiz retrató una serie de ambientes, mundos y personalidades, de los cuales tenemos hoy aquí magnífica representación, en una selecta galería de hombres de la política, el cine y el teatro.


El resto de la exposición pone de manifiesto el espíritu ecléctico que ha presidido la gestión colectora de Eduardo Laborda e Iris Lázaro. Es un conjunto de trabajos en el que tienen cabida rostros y personas de la sociedad aragonesa de las épocas respectivas, retratados por un extenso conjunto de artistas, la mayoría bien conocidos por el visitante de museos y galerías de la tierra. Se incluyen aquí nombres tan relevantes como Rael, Vicente Paricio, Manuel Lahoz, Félix Gazo, Martín Durbán, Juan José Gárate, Aguado Arnal, Oliver Aznar, Salvador Escolá …


En suma, una exposición que se contará sin duda entre las mejores y más entrañables de la temporada. Felicitamos a sus mentores, el matrimonio Laborda, por el esfuerzo desarrollado para ofrecernos este conjunto de ‘Delicatessen’ y por el fruto logrado, que es a lo que debe aspirar toda empresa artística; emocionar al espectador. Permanecerá abierta hasta el 21 de junio.