Pequeños, pero muy responsables

Preocuparse por los trabajadores, por el medio ambiente o por devolver de algún modo a la sociedad parte del beneficio obtenido no es solo cosa de grandes corporaciones.

La responsabilidad social no es algo nuevo; la mayoría de empresas, sobre todo las más pequeñas, siempre han estado cerca de su comunidad y han intentado ser unos buenos miembros de esta". Lo reconoce la Comisión Europea en un documento titulado ‘Introducción a la responsabilidad social de las empresas para pymes’, en el que precisa que responsabilidad social "significa garantizar el éxito de una empresa integrando consideraciones sociales y medioambientales en las actividades de la empresa". Esto es, "satisfacer la demanda de los clientes y gestionar, al mismo tiempo, las expectativas de otras partes interesadas: los trabajadores, proveedores y la comunidad de su entorno".


Las pymes que llevan a cabo su labor cuidando estos aspectos suelen pasar mucho más desapercibidas que las grandes corporaciones, por la sencilla razón de que no disponen de tantos medios económicos para publicitarlo ni han de presentar informes ante una nutrida junta de accionistas. Pero las hay con verdaderas inquietudes por mejorar tanto su actividad como la calidad de sus productos, sin dejar de lado el bienestar de las personas ni la conservación del entorno natural.


Las hay veteranas como Harineras Villamayor, fundada en 1934 y que fue la primera galardonada con el premio a la Responsabilidad Social instituido por el Gobierno de Aragón hace ahora una década, y recién llegadas al mercado, como Un Café Diferente, con menos de un mes de vida pero presentada en sociedad en el Congreso Nacional de Responsabilidad Social Empresarial celebrado hace unos días en Zaragoza. José Villamayor, gerente de Harineras Villamayor, decía al recoger su premio en 2005 que "la responsabilidad social no es una moda", sino "la esencia de las empresas".


Hoy, Luis Villamayor, director ejecutivo de la compañía, subraya que "de poco sirve garantizar que una empresa tenga beneficios a 5 o 10 años, si en ello descuida el trato a su trabajadores, a su entorno medioambiental, su comunidad más próxima o la sociedad en general" y recuerda que ellos fueron la primera pyme aragonesa en formar parte del pacto de las Naciones Unidas por la RSC. Esta empresa, por ejemplo, tiene el 90% de sus 64 trabajadores "contratados fijos", en sus planes ha estado que parte de los beneficios vayan a proyectos sociales y al elegir la localización de su nueva planta en la Hoya de Huesca "no pesaron tanto los argumentos económicos, que hacían pensar en acercarla a los puertos y centros de mayor consumo del levante, sino los argumentos sociales de mantener el empleo precisamente en el entorno social en el cual nació la empresa hace ya 80 años", cuenta Luis Villamayor.


Y es que la responsabilidad social va más allá del cumplimiento de las normativas, es una opción voluntaria del empresario e implica la intención de integrar iniciativas de este tipo en la gestión del negocio de forma continuada. No vale solo emprender acciones esporádicas como una donación.


En eso, tiene mucho que ver "la propia mentalidad que tiene uno", en palabras de José Villamayor. Lo mismo piensan los fundadores de Un Café Diferente, siete amigos "ligados a la cooperación" por haber colaborado con la ONG Oxfam que se plantearon fundar un negocio que por un lado apoyase a quienes respetan los derechos humanos produciendo café y azúcar con buenas condiciones laborales, y por otro facilitase a otras empresas a contribuir a lo mismo mediante el fomento del consumo de estos productos de comercio justo. Así, formaron una cooperativa que instala dispensadores para que "de una forma muy económica", mediante la acción cotidiana de tomar un café, las empresas y sus trabajadores impulsen la producción ética.


Pero no se han quedado ahí. El conocimiento es un elemento de peso y por eso han tomado una curiosa iniciativa: organizar junto a agencias de viajes visitas a cooperativas productoras de café en Costa Rica, Ecuador o Brasil, para "dar la oportunidad a alguien que vaya a viajar a esos países de pasar un día conociendo cómo funcionan", explica José Miguel Capapé, uno de los fundadores de Un Café Diferente. Están ya cerrando una oferta así con la agencia zaragozana Viajarsolo.


Los trabajadores, lo primero


Bantierra y la Fundación Adecco hicieron en 2013 un estudio con 71 empresas del entorno rural aragonés (un 79%, de menos de 50 trabajadores), que reflejaba que un 69% de ellas conocía el significado de "responsabilidad social corporativa" (o empresarial).

"Al ser empresas de reducidas dimensiones, en ocasiones familiares, las acciones de RSC son más personales y cuentan con mayores limitaciones por cuestiones de presupuesto o desconocimiento", señalaba el informe.


En la muestra había negocios de diez sectores: industria, agricultura, hostelería, ingeniería, mantenimiento, comercial, comunicación, construcción, logística y transporte y servicios. Para el informe, se pidió a las empresas que se autoevaluasen en materia de responsabilidad social. Con 100 como máxima puntuación, se asignaron un 73 con respecto a sus empleados, un 62,9 con los clientes, un 66,8 en responsabilidad medioambiental, un 59,2 con respecto a los proveedores 59,2 y un 22,7 con respecto a la comunidad.


Que los trabajadores sean los primeros beneficiarios de una estrategia empresarial responsable no solo no es extraño, sino que, además, hace ganar puntos ante el consumidor. Según el ‘Informe Forética 2015 sobre el estado de la RSE en España’, la preocupación por los empleados es el aspecto más apreciado a la hora de caracterizar a una buena empresa. "Destaca mucho eso y el elemento de lucha contra la corrupción", precisa Jaime Silos, director del informe, que indica que, por primera vez, el consumidor concede más importancia (el 51%) a los aspectos relacionados con la responsabilidad social y "el precio y calidad se han visto relegados".


Silos señala que poder ser seleccionadas como proveedores gracias a "políticas de cadena de valor" puede incentivar que las pymes desarrollen su responsabilidad social. Para ello, por ejemplo, pueden inscribirse en plataformas como Achilles, que clasifica según el nivel de responsabilidad. Las mejor calificadas (A+) "son superinteresantes" para otras organizaciones, que pueden "apuntarse el tanto" de trabajar con proveedores socialmente responsables, explica Silos.


Otra forma útil de demostrar el perfil responsable es certificarse con normas como la ISO 26000 o la SGE 21 (que desarrolló Forética y en Aragón tienen Kairós, Centro Social Virgen del Pilar, DKV Seguros, Ceserpi S.L. y Fundación Picarral­). De las 105 compañías certificadas en total con SGE 21, 58 son pymes.


Incentivos


Al margen del reconocimiento social o el aprecio del consumidor, son pocos los incentivos puestos en marcha por las administraciones para fomentar la responsabilidad social en pymes. El Gobierno de Aragón la tiene en cuenta en la línea de ayudas ADIA a la inversión industrial, dando 5 puntos por "desarrollo de la responsabilidad social de la empresa e implantación de políticas de medidas de igualdad y para colectivos desfavorecidos y discapacitados".


Aun así, Luis Villamayor augura "buenos tiempos para la RSC, porque si algo nos ha enseñado esta crisis económica ha sido que cualquier organización que solo mira en el beneficio a corto plazo, sin reparar en los medios o considerar el impacto social a largo plazo, tiene muy poco recorrido".