Gregorio Morán: “Existe una censura de mercado que consigue que un libro no se publique”

El periodista ha presentado en la Librería Cálamo ‘El cura y los mandarines. Cultura y política en España 1962-1996’ (Akal), libro no editado por la editorial Planeta cuando estaba a punto de imprimirse.

Gregorio Morán, en su visita a Zaragoza para presentar 'El cura y los mandarines'
Gregorio Morán, en su visita a Zaragoza para presentar 'El cura y los mandarines'
Gervasio Sánchez

Usted se negó a retirar 14 páginas de su libro y Planeta no lo publicó cuando estaba a punto de imprimirse. ¿Cómo lo definimos?


Antes hablábamos de la censura de Estado. Hoy se impone la censura del mercado. Todas las censuras son malas. Es como si te preguntaran si prefieres morir en la guillotina o en la horca.


800 páginas, 10 años de investigación y redacción, 1 año de edición y cuando está todo listo recibe un ultimátum. ¿Cómo se entiende?


No es fácil de entender aunque se puede resumir en una frase de Vito Corleone, el protagonista de El Padrino: "No es nada personal, es cuestión de negocios". La portada estaba preparada (la tengo enmarcada en mi casa) y los textos de solapa escritos por la editorial. Solo faltaba darle al botón de la impresión. Amazon estuvo anunciando el libro durante un mes. Las 14 páginas afectaban a Victor García de la Concha, anterior director de la Real Academia Española entre 1998 y 2010. Me consta que él estuvo personalmente implicado en la censura del capítulo y amenazó con querellarse contra Planeta y el autor del libro.


La editorial Planeta escribió en la solapa que se trataba de un libro de referencia sobre la cultura en la segunda mitad del siglo XX.


Yo mismo lo he descrito como el mayor elogio que nunca he recibido. José Manuel Lara publicó mi libro sobre Adolfo Suarez en 1979 cuando acababa de ganar las elecciones generales. Hubo muchas presiones, pero Planeta no se plegó a ellas. ¿Cómo es posible que un personaje mediocre como Víctor de la Concha pueda frenar un libro? Lara me lo dijo quizá en su última carta manuscrita antes de morir: "No es temor, pero se trata de un colaborador de la casa". De la Concha acordó con Planeta la exclusividad para publicar cada año el Diccionario de la Real Academia cuya tirada supera los 400.000 ejemplares. Mi libro podía vender 10.000 en el mejor de los casos.


¿Una editorial se puede permitir el lujo de asumir la censura de mercado, tal como usted la define?


Son tan poderosos que no hay quien les tosa. Algún amigo me ha dicho con ironía: "Te han hecho una campaña gratis". Ha salido bien porque Akal se ha atrevido a publicarlo. Algunas editoriales querían publicarlo después de la polémica en condiciones económicas deplorables. Al final, el libro, que no es fácil de leer, está funcionando muy bien.


"La importancia de una obra se mide a veces por el cauto silencio mediático que suscita", escribió Juan Goytisolo, flamante ganador del Cervantes. ¿Por qué apenas han aparecido críticas (Artes & Letras de HERALDO DE ARAGÓN sí publicó una crítica) en los culturales? ¿Por miedo a Planeta? ¿O por miedo a usted?


Dudo que sea por miedo a mí. La reacción de los medios es una lección de periodismo. Un reflejo de lo que está ocurriendo. Lo virtual es el futuro y es hoy muy marginal todavía. El papel es el poder real. Ha habido muchas referencias en internet, pero casi nada en los medios tradicionales publicados en papel.


Resúma el libro en un párrafo e identifíque por qué es tan peligroso para que muchos intelectuales lo critiquen sin leerlo.


Lo provocador es que por primera vez se describe una gran paradoja de la historia cultural española: cómo el intelectualismo crítico de los 60, se modera en los 70 y se transforma en conservador en los 80.


¿Quiénes salen bien?


Luis Martín Santos, Max Aub, Manuel de la Escalera, Segundo Serrano Poncela, Carmen Iglesias. Otros aparecen con toda su complejidad como José Luis López-Aranguren. Camilo José aparece como fue: un personaje poliédrico, cínico y jeta que sabía escribir muy bien.


¿Es un ajuste de cuentas?


No tengo cuentas que ajustar con nadie. Me considero una especie de camarero de la cultura. Estuve allí, los conocí, traté a muchas de estas personas. Tampoco es un libro de historia aunque pregunto ¿qué es un libro de historia?


El capítulo sobre Max Aub es estremecedor. Vuelve de 30 años de exilio y se da cuenta de que nadie conoce su obra e incluso le ningunean.


El exilio nunca fue asumido por los que se quedaron en España. Había una distancia cercana a un océano. Los que tuvieron la mala suerte de morirse antes que Franco son los grandes olvidados. Hoy hay más gente viviendo de Max Aub que su propia familia. Algunos fueron recuperados (María Zambrano, José Bergamín, Francisco de Ayala) gracias a su longevidad.


Explica que Max Aub fue expulsado en 1946 del PSOE y no se le devolvió el carnet a la familia hasta 2009 a pesar de que ese partido gobernó desde 1982.


Fue miserable, terrible, doloroso. La familia tenía el corazón partido. La degradación de la conciencia política lo convirtió todo en pseudocultura.


Kapuscinski decía que el periodista debe ser siempre "indeseable, inoportuno y certero en su impertinencia".


Podríamos decir que es la mejor definición de un camarero de la cultura en épocas duras. Los periodos de fulgor periodístico son breves. Nacemos con Larra, alguien que se pega un tiro. Entre 1977 y 1978 hay otro momento interesante, pero muchas revistas acaban cerrándose. No existió la transición en la cultura. Después de décadas de desprecio a la cultura, el PSOE consigue algo inédito a partir de 1982: se mima a los intelectuales asimilados al partido a los que se obliga a pagar un alto precio que es apoyar las tesis del gobierno en el referendo de la OTAN de 1986.


Debate editó recientemente ‘La decadencia de Cataluña contada por un charnego’, recopilación de sus ‘Sabatinas intempestivas’, que usted publica cada sábado en ‘La Vanguardia’. Asegura que solo se le han levantado dos artículos en 25 años, uno sobre Israel en 1992 y otro sobre Jordi Pujol en 1999. El del expresidente se llamaba ‘Las trampas del redentor’. ¿Qué decía para qué ocurriese algo así?


En primer lugar tengo que decir que me siento un privilegiado cuando solo me han levantado dos artículos en 25 años de colaboración. Pujol fue el virrey, el hombre que todo lo controlaba. Compró a los intelectuales y a los medios de comunicación. Fui el primero que conté la desvergüenza con la que actuaba, como si fuera el redentor de todos los catalanes. Hoy muchos que le han ensalzado exigen: "Queremos saber la verdad". Yo les digo: "La verdad sois vosotros".


¿Desde cuándo se sabía que Pujol y su familia estaban vinculados a negocios fraudulentos?


Desde siempre. Nos equivocamos en el volumen del negocio fraudulento. Parecía que era más discreto. Creíamos que era Palermo y resulta que es Sicilia.