La izquierda de siempre y el efecto Podemos

PSOE, CHA e IU asisten desconcertados a la irrupción de Podemos y el influjo que empieza a ejercer en el activismo ciudadano. Sus viejas alianzas con el tejido social podrían pasar a la historia frente a las nuevas formas de acción política

La izquierda de siempre y el efecto Podemos
La izquierda de siempre y el efecto Podemos

Las nuevas fórmulas de acción política y activismo ciudadano han sumido en el desconcierto a los partidos PSOE, CHA e IU. Al calor de la indignación y la crisis, los esquemas de participación hasta ahora conocidos y la irrupción de formaciones como Podemos han cambiado drásticamente los códigos hasta el punto de que los partidos de la izquierda tradicional quedan descolocados. Si hasta hace no mucho estos partidos encontraban en los sindicatos, colectivos estudiantiles, asociaciones vecinales o organizaciones juveniles cajas de resonancia para sus discursos o incluso focos de afiliación para reforzar sus estructuras, ahora todo es distinto. El PSOE es considerado casta y CHA e IU son vistos con desdén ante las expectativas de victoria del partido de Pablo Iglesias. ¿Qué ha pasado?


Todo cambió con el 15-M, en 2011. Pese a que pareció diluirse tras levantarse las acampadas de 2011, este movimiento aceleró el crecimiento de nuevas formas de participación, como las mareas ciudadanas, que pese a sus altibajos rompieron los esquemas del ‘establishment’ de la izquierda institucional. Mientras, las entidades tradicionales, como por ejemplo los sindicatos UGT y CC. OO. o la Federación de Barrios, perdieron fuelle ante los nuevos formatos de la era de las redes sociales.


El sociólogo José Ángel Bergua, de la Universidad de Zaragoza, destaca la autonomía de los nuevos movimientos sociales frente a "la oligarquización" de partidos y sindicatos. Y recuerda que el 15-M introduce novedades "gracias a las redes sociales, el impulso asambleario y la horizontalidad». Por eso destaca "la capacidad de conocimiento, creación y transformación social" de los nuevos activismos hasta llegar a hablar de "multitudes inteligentes". "Mostraban el carácter prescindible de las élites. Con los indignados, ese cambio ha llegado a la política", añade.

Crisis económica, crisis política

Ricardo Berdié presidió la Federación de Barrios de Zaragoza a principios de los 80 y ha tenido una larga trayectoria política, primero en IU y después en el PSOE. "La crisis económica trajo como consecuencia la correspondiente crisis política", dice. Cree que "en España, el 15-M fue expresión de rebeldía, en consonancia con algunas otras épocas históricas en las que la rebeldía también inició procesos de cambio" y comprendió que en este contexto aparezcan "movimientos sociales de nuevo tipo, con una relación diferente a la clásica, tanto en su funcionamiento interno como en la relación con los partidos políticos". Pero Berdié defiende "movimientos sociales estructurados" tanto para "situaciones de resistencia como de apoyo crítico a cualquier tipo de gobierno". De lo contrario, pueden perder "gran parte de su potencialidad o, incluso, de su capacidad de atinar".


Los partidos han tratado de adaptarse, sobre todo IU, que ha basado en el ‘entrismo’ en el tejido social gran parte de estrategia política histórica. Esta formación logró incorporar algunos de sus cuadros a los nuevos activismos, desde las mareas hasta Stop Desahucios. Pero en el 15-M no estaban solos. Allí también llegaron jóvenes sin trayectoria política y buenas intenciones, así como colectivos expertos en la movilización. O incluso grupos hasta ese momento condenados a la marginalidad por su vocación antisistema, que desconfiaban casi tanto de IU como del resto de fuerzas de la izquierda institucional.


La irrupción de Podemos en las europeas, el surgimiento de Guanyem en Barcelona gracias al protagonismo de la activista antidesahucios Ada Colau o la constitución de los Ganemos locales como réplica de esta última formación han producido un cambio acelerado en el posicionamiento de los partidos en el escenario ciudadano. Y en la nueva era, Podemos empieza a ganar la partida, convirtiéndose en un imán de los nuevos y los viejos activismos.


Para Bergua, en el 15-M no había solo rabia e indignación. También cita la "seducción" por "la materia prima de lo social: el querer estar juntos". "Todas estas características acercan a los movimientos sociales a las gentes, mientras que los partidos han estado más vinculados al interés de llegar al Estado reproduciendo en su interior una pirámide y oligarquización que le han resultado fatales", dice. Por eso, opina que los nuevos activismos son "deliberadamente antijerárquicos y cautos ante los partidos". "A Podemos le va bien porque ha escuchado el 15-M y en cierto modo es todavía un movimiento social. Habrá que ver si más adelante mantiene ese vínculo con la calle, pues los partidos políticos casi siempre han fallado", comenta.


Pablo Muñoz, de IU, sostiene que es "evidente" que se ha producido un cambio en las "formas de expresión social". "Aunque las antiguas siguen vigentes", matiza. Admite que los colectivos clásicos pueden estar "cuestionados", pero opina que mantienen su influencia y que los formatos alternativos solo han ocupado espacios que hasta ahora estaban libres. Recuerda que el activismo de nuevo cuño "es una oportunidad de llegar a gente donde los movimientos clásicos no llegaban" y niega que IU haya quedado descolgada. "En un primer momento IU queda descolocada, pero rápidamente ha sabido leer el mensaje", afirma. A su juicio, Podemos ha integrado a personas concretas del tejido social, pero no ha habido "un gran desplazamiento" hacia la nueva formación.


Juan Campos, de CHA, recuerda que su partido, a diferencia de otros, "no ha tenido la tentación de controlar las entidades", por lo que no tiene "sensación de pérdida". Pero introduce dos reflexiones. "Con el 15-M, hay gente que llega a la movilización por primera vez. Y esa gente busca lo nuevo, porque lo viejo está marcado por una serie de taras", señala. Y añade otro aspecto sobre el influjo de Podemos en el magma social: "Muchos deciden vincularse al caballo ganador".


Cuando se apagan los micrófonos, los políticos observan con desconfianza los nuevos activismos y el influjo de Podemos. "Es el efecto New Balance. Es la moda, la marca", afirma un cargo público consultado. Otro hace una advertencia: "Tienen gran capacidad de movilización, pero poca estructura, con una dirección evanescente con la que es difícil trabajar", dice. Y añade: "Les falta organización y a veces sensatez. Si en la izquierda solo hay insensatos, la derecha gobernará 30 años. Hay riesgo de malbaratar la ilusión de la gente".

La seducción de la nueva política

El protagonismo de Podemos en los nuevos activismos se evidencia en los nombres que empieza a atraer. Están desde activistas veteranos como Mariano Alfonso, procedente de la tradición antiglobalización, hasta Perico Arrojo, ecologista de larga trayectoria que siempre se ha situado en el perímetro de los partidos de la izquierda tradicional. Podemos ha atraído también a uno de los líderes de la Marea Verde y del 15M (Alfonso Alegre) o a José Luis Martínez ‘el Negro’, un histórico del movimiento ecologista y miembro de la Marea Blanca. La ‘gauche divine’ zaragozana tan interesada en la unión de los partidos de izquierda hasta hace poco parece caer rendida a la seducción de Podemos. Por lo menos de cara a la opinión pública.


Alfonso Alegre, que además de militar en Podemos es uno de los portavoces de la plataforma electoral Ganemos, admite que hasta el 15-M "los partidos controlaban los movimientos sociales y los que eran autónomos eran marginales". Relata los esfuerzos "titánicos" de las mareas, de la Plataforma Antidesahucios o del 22-M para lograr cualquier avance, hasta que se llega a la conclusión de que es necesaria la acción política. "Ahora los partidos políticos nacen a partir de las entidades sociales y no al revés", dice. Pero también cree que los nuevos métodos de acción política han permitido crecer a las entidades y colectivos tradicionales, que se han visto beneficiados por cierto recambio generacional.


PSOE y CHA empiezan a dar por imposible introducir sus peones en el nuevo asociacionismo, para limitarse a asistir como espectadores a la espera de un panorama clarificado. "Al final todo acabará decantándose", opinan. Pero IU se la juega al todo o nada con su cohabitación con los nuevos formatos. Tras años buscando el apoyo activista, recogiendo sus reivindicaciones o inyectando fondos públicos, IU ha visto como gran parte de aquellos a los que quería seducir le dan la espalda atraídos por el magnetismo de Pablo Iglesias. Incluso ha tenido que asumir fugas de sus cuadros en dirección a Podemos. IU se enfrenta a una crisis de modelo y, como siempre ha hecho, tratará de controlar todo aquello que se mueve a su alrededor. Pero también corre el riesgo de que la nueva política acabe por fagocitarle.