Diana Krall se baña en azúcar

La canadiense deja el jazz en ‘Wallflower’ y evoca el pop de su niñez, consiguiendo un insólito número uno.

Algo insólito. Una pianista y cantante de jazz alcanzó la semana pasada el número uno de ventas en España. No se tiene memoria de semejante éxito comercial en el pasado. El jazz, ya se sabe, es música minoritaria que no alcanza los estándares de popularidad del pop o del rock para encaramarse en la cima de los gustos hispanos, pero ahí está la protagonista de la hazaña: Diana Krall. Mas conviene aclarar de inmediato: el disco con el que la canadiense ha logrado llegar al número uno no es un disco de jazz, es un disco pop. Diana, como saben los conocedores de su trayectoria, no es una artista de jazz al uso. Su carrera, impulsada por el influjo familiar de un abuelo y un padre pianistas, ha transcurrido por la pista jazzística pero en los últimos tiempos lleva saliéndose de ese carril con descaro, no se sabe si para probar con otras músicas o para ampliar su popularidad: en 2009 abordó la música brasileña en ‘Quiet Nights’; en 2012, con ‘Glad Rag Doll’, retrocedió a los años 40 para recordar la colección de discos de su padre y ahora, con ‘Wallflower’, ha querido evocar las canciones que en su niñez escuchaba en la radio.


Es un disco pop, un disco de versiones que ella ha envuelto en una nube de azúcar. No serán pocos quienes soplen contra esa nube: los violines aplastan al piano, sumiendo al álbum en un baño de sirope. A la vez, la cantante se marcha por derroteros distantes de las versiones originales. El más preclaro: ‘California Dreamin’’. Nada que ver con la original de The Mamas & The Papas. Se han eliminado las floridas armonías vocales y el fondo se ha tapizado de cuerdas. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Bien es cierto que Diana conoció esta canción a través de José Feliciano. Luego, siguen versiones de Gilbert O'Sullivan, Eagles, Dylan, Elton John… y hasta una inédita de Paul McCartney, completando así su ‘Pin Ups’ particular. Los puristas fruncirán el ceño, si no braman, pero el álbum no deja de ser un eficiente bálsamo. Y a la vez, un atípico cohete para disparar a una jazzista al número uno de ventas en España.