El cuento imposible de los Reyes

El pasado lunes, en el Palacio Real del Pardo, se entregaban los Premios Nacionales de Cultura de 2013. A veces ocurren cosas inverosímiles que parece una fabulación de mediodía o tal vez el rastro de un sueño.

Los Reyes y el ministro Wert aplauden a Luz Casal tras entregarle su premio
El cuento imposible de los Reyes
Chema Moya/ EFE

Hay lugares que impresionan. Uno de ellos es, sin duda, el Palacio Real del Pardo. Concentra inquietantes y sombrías historias. Y a veces llegar allí puede ser toda una aventura. Sobre todo si uno no se suma al autobús que llevaba desde el hotel Abascal a los galardonados con los premios nacionales de Cultura. Eso me ocurrió a mí: intenté ir por mi cuenta en taxi, desde la Gran Vía, junto a la sede de Telefónica. Al salir de la calle Desengaño, detuvimos un taxi: conducía una mujer simpática. No sabía bien dónde estaba El Pardo.


Eran las 10.55. Barajó varias posibilidades; en cuanto le dijimos que teníamos un poco de prisa, ella sin perder la calma observó: "Tengo concertada una carrera a las once y diez en Atocha". Pensé: si hay alrededor de veinte minutos, como mínimo, esta mujer debe ir por el viento y volver por el aire. Al llegar a la plaza de España nos dijo: "Mejor les dejo en otro taxi. No les cobro nada y les dejo encauzados hacia El Pardo". De repente cambió de opinión, y decidió llevarnos. El GPS le jugó una mala pasada y tomó una dirección equivocada. Empezamos a pensar que no íbamos a llegar a tiempo. En cuanto volvió a la buena calzada, nos preguntó a qué íbamos al Pardo. Le dije que iba a buscar el Premio de Periodismo Cultural de 2013. Y, de golpe, explicó: "Los Reyes tienen un cuadro mío. Soy pintora y les hice una pintura al pastel de algo más de un metro por 0.80. Me salió bastante bien. Trabajé a partir de fotos: hice un montaje, coloqué a Letizia a la misma altura que Felipe VI". La taxista pintora se llama Pilar M. La anécdota parecía un cuento y ya tenía algo que contarles, en el cóctel, a los Reyes.


En el Palacio Real, impresionante, ya estaban casi todos. Sergio Vila-Sanjuán parecía el anfitrión dulce que nos presentaba a todos: al narrador José María Merino, al músico Benet Casablancas, a la diseñadora Amaya Arzuaga. Por allí andaban, también, la cantante Luz, el dibujante de tebeos Miguelanxo Prado, apareció Juan Mayorga, el narrador Mallorquí alzaba su humanidad desde su muleta. Alguien nos explicó el protocolo: alternativamente, los Reyes entregarían los diplomas, nos saludarían y debíamos regresar a nuestros asientos. Tres galardonados harían de portavoces: Luis Goytisolo, que estuvo sobrio, reivindicó la memoria y la ficción, aludió a ‘Guerra y Paz’ y expresó su temor a internet; Luz, que leyó un texto muy hermoso en el que decía que los artistas son seres dependientes que trabajan con la sensible mercancía de los sueños. Y Alberto Schommer, que expresó un deseo: se siente joven para seguir fotografiando y le gustaría retratar a la joven pareja de monarcas. Risas. Esa petición fue la más reivindicativa de un acto sobrio y a la vez emocionante. Quizá fuese Lorenzo, el hijo de la finada Concha García Campoy, el más aplaudido: recibió el aplauso del cariño, de la admiración y la elegía. José Ignacio Wert elogió uno por uno a todos los distinguidos. Y Felipe VI, con soltura, recordó que había querido que ese acto fuese el primero que revelase su compromiso y de la Reina con la creación y dijo, entre otras muchas cosas, que "la cultura hace más humana a la humanidad".


En el cóctel se habló de todo: de política, de la presencia de muchos gallegos de La Coruña, del PSOE y de Pedro Sánchez. Al final no pude hablar con los Reyes, me quedé con la anécdota en la mochila en la boca. Eso sí, pude oír una frase casi de cuento; el secretario de Estado de Cultura había coincidido con mi nieta de nueve meses en Cartagena de Indias y me dijo: "Tu nieta Greta se enamoró de mí". El narrador Martín Casariego me dijo: "Para que no te pase nada ahora, yo os devuelvo a Gran Vía". Y fue a él a quien le conté que Pilar M. sabe que su obra salió en un reportaje y piensa que los Reyes lo tienen colgado en una de sus casas.