Un viaje a la Zaragoza de los años 20

La Institución Fernando el Católico acaba de publicar ‘Zaragoza, años veinte’, un volumen que recorre el trabajo del fotógrafo francés Lucien Roisin en la capital aragonesa a principios del siglo pasado. En las imágenes surge el retrato inédito de una ciudad desaparecida.

La Seo zaragozana, desde la antigua calle Esmir (1925)
Un viaje a la Zaragoza de los años 20
Roisin

Durante muchos años ha sido un desdoro aplicar el epíteto ‘postalero’ a un fotógrafo histórico. Se ha pensado que su vertiente comercial llevaba implícita una menor creatividad, cierto descuido formal. Afortunadamente, algunos especialistas están revisando esa visión sesgada. Algunos ‘postaleros’ de principios de siglo no solo se preocuparon de trabajar con los mejores equipos de fotografía a su alcance, también cuidaron la perspectiva, la composición, la expresividad de las imágenes. Uno de ellos fue el francés Lucien Roisin, que abrió tienda en Barcelona y en ella llegaron a trabajar hasta 10 dependientes, lo que da idea de lo mucho que supo conectar con el gusto de su época.


La Institución Fernando el Católico (IFC) acaba de llevar a las librerías el volumen ‘Zaragoza, años veinte. 81 fotografías de Roisin (1925-1931)’. Un volumen en el que se retrata una ciudad reconocible pero en muchos aspectos inédita, y en el que han colaborado José Antonio Hernández Latas, Víctor Lahuerta, Carlos Forcadell y Álvaro Capalvo.


"Era un ‘postalero’, sí, pero también un profesional a un nivel muy alto –señala José Antonio Hernández Latas, estudioso de los comienzos de la fotografía en Aragón–. Fue uno de los muchos fotógrafos franceses que trabajaron en nuestro país y que nos han dejado testimonio de cómo éramos hace 100 años".


Paradójicamente, no se tienen muchos datos de Lucien Roisin. Nacido en París en 1884, seguramente se formó en la capital francesa. A Barcelona debió llegar hacia 1912, y pronto empezó a trabajar para el editor de postales Angel Toldrá. Luego fundaría su propio establecimiento, donde alcanzó fama nacional. En 1943, con tan solo 58 años, falleció.


"Fue un hombre muy emprendedor, al que le gustaba manejar ópticas y cámaras de la máxima calidad –señala Hernández Latas–. Se mantenía al tanto de los cambios en la fisonomía de las ciudades que fotografiaba y volvía a visitarlas para tomar en ellas nuevas instantáneas. Fue uno de los primeros en darse cuenta del valor que el coleccionismo otorgaba a su trabajo".


La mayor parte del archivo de Roisin –77.200 imágenes de toda España– se conserva en el Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña. Y allí es donde han buceado los autores del libro de la IFC en busca de las imágenes de la capital aragonesa.


"Roisin no solo fotografió Zaragoza, también, Huesca, Teruel, el monasterio de Piedra... De Zaragoza había 285 negativos, de los que hemos seleccionado 81 para el libro". Para publicar las imágenes en óptimas condiciones, cada una de ellas ha sido minuciosamente restaurada por Víctor Lahuerta.


Uno de los principales problemas ha sido el de la cronología. "Los fotógrafos de postales querían que su trabajo sobreviviera lo más posible y por eso no las fechaban –apunta Hernández Latas–. Así que ha habido que echar mano del ingenio para datar algunas imágenes. En las del Coso, por ejemplo, a veces los carteles de la obra que se representaba en el Teatro Principal nos han servido para datar una fotografía".


Tres son los viajes que Roisin hizo a Zaragoza. "El primero de ellos fue en 1925 e hizo 100 postales con la técnica de la fototipia, en papel de mucha calidad y distribuidas en cinco blocs. También hizo dos tarjetas postales cuádruples mediante la técnica del fotomontaje". En una de ellas inmortalizó la actual plaza de España desde los balcones del Hotel Europa; en la otra, la ciudad desde la ribera del Ebro.


"En 1927 viajó de nuevo a Zaragoza –subraya Hernández Latas– y tomó instantáneas para publicar 40 postales distribuidas en dos blocs. Eran imágenes en las que usó la técnica del huecograbado y que tenían alta calidad. Dos años más tarde, y atendiendo a la evolución de la ciudad, se propuso hacer una nueva serie, que al final se quedó en tan solo 14 fotos en huecograbado en tinta azul". Y en 1931 llegó la mejor de sus series. "Hizo 60 tarjetas postales distribuidas en tres blocs. Es una serie en la que sacó a relucir su mirada fotográfica más moderna y vanguardista". Todo este trabajo, ahora, queda resumido en el libro.