El sindicalismo, en sus horas más bajas

Historiadores y sindicalistas comparten la necesidad de redimensionar las estructuras de las centrales para adaptarlas a los nuevos tiempos, restarles burocracia, fortalecer su funcionamiento democrático y dotarlas de mayor transparencia también en su financiación.

Los sindicatos no son lo que eran. La crisis ha hecho mella en sus estructuras, tienen problemas serios para financiarse y su papel en la calle ha quedado denostado al verse salpicados por casos de corrupción. Su capacidad de movilización está bajo mínimos y también la de negociación colectiva. La reforma laboral les ha puesto contra las cuerdas. Y el Gobierno le has dejado el papel de actores mudos en un diálogo social que no ha existido. Sin embargo, la pérdida de peso de las centrales no puede achacarse solo a la crisis. Es lo que piensa Enrique Bernad, profesor del departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Zaragoza. "Los sindicatos llevan bastante tiempo dedicando más esfuerzos al ofrecimiento de servicios para sus afiliados que a perseguir el objetivo que les da sentido: la mejora de las condiciones de trabajo. Algo que ha llevado a las cúpulas sindicales a pisar demasiado las alfombras rojas del poder político", señala.


A su juicio, los "sindicatos necesitan hoy iniciar una batalla contra su burocratización, que sería más fácil si dirigentes y bases se reencuentran con lo que debe ser el sentido principal del sindicato: menos servicios y más esfuerzo por mejorar las rentas del trabajo en el conjunto de la economía". Para ello, avisa, "con toda seguridad se necesitan dirigentes que estén en el tajo para así recuperar la confianza de los trabajadores". En todo caso, Bernad no concibe una "sociedad incapaz de reaccionar a tanta agresión" y dice que "si no son los sindicatos serán otras organizaciones las que defiendan los derechos del trabajador y una sociedad más igualitaria sin las aberrantes desigualdades actuales".


‘Para que no vuelvan los tiempos de Dickens’. Así titula Alberto Sabio, también profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, un artículo en el que analiza las horas bajas que viven los sindicatos. "La combinación de crisis económica irresuelta y de colapso moral provoca sensación de hastío y hartazgo de los ciudadanos hacia partidos políticos y sindicatos. ‘De la barricada a la mariscada’, puede escucharse por la calle. Tras las tarjetas ‘black’ y los escándalos de los ERE, su imagen pública queda seriamente deteriorada. La corrupción deslegitima a las elites sindicales y, lo que aún es peor, horada la cohesión social y nos hace perder confianza en la democracia y en los sindicatos como parte consustancial de ella", afirma.


Sin embargo, Sabio recuerda que no se puede menospreciar la labor del sindicalismo de clase en España durante los últimos 35 años, ya que fue la conflictividad laboral en los años finales del franquismo el embrión de uno de los procesos de concertación social más duraderos del continente europeo. Reconociendo que "arrinconar el sindicalismo podría tener unos efectos paralizadores ciertamente peligrosos", este historiador aboga por la regeneración de las centrales, que pasa por " garantizar la transparencia de sus acciones, de sus fondos y de sus políticas públicas". En su opinión, "cuentas cristalinas y revisión de sus controles resultan imprescindibles, no menos que adaptar la dimensión de los sindicatos para que, sin perder operatividad, sean sostenibles económicamente de acuerdo a un modelo de financiación más independiente". Para Alberto Sabio, el endurecimiento de las condiciones laborales les hace hoy más precisos que nunca. Sería bueno, dice, tener "unos sindicatos más internacionalizados, al menos a escala europea, para que la tensión latente entre democracia y gran capitalismo financiero no acabe por constreñir más espacios de democracia; los necesitamos en momentos en que el poder económico se ha impuesto al político".


El catedrático de Derecho del Trabajo, Juan García Blasco, reivindica la función constitucional y trascendencia del trabajo sindical en la historia de este país. No obstante, les urge a "modernizar sus estructuras, fortalecer su funcionamiento democrático, ser transparentes, así como acercarse a ámbitos donde no están presentes, como las pequeñas empresas y las filas del paro". Ante el problema de financiación que les atenaza, Blasco entiende que "solo con las cuotas" son inviables y "no queda más remedio que articular su mantenimiento a través de los Presupuestos Generales del Estado en función de la representatividad que tengan. CC. OO. y UGT suman el 90% de la misma". Además, sugiere empezar a cobrar "el canon de negociación" a los trabajadores que se benefician de un determinado convenio colectivo.