Brujas, demonios astrólogos y nigromantes
El filólogo e historiador Alberto Montaner ha coordinado junto a Eva Lara la edición de un volumen de más de 1.000 páginas que analiza todas las facetas del mundo mágico en la literatura española del Siglo de Oro.
"Teníamos la idea que la literatura del Renacimiento era realista y recatada, carente de elementos mágicos y eróticos, y no es verdad sostiene Montaner. El tema de la magia y lo que hoy entendemos como ciencias ocultas ya estaba presente en la literatura de la Edad Media, pero fue en el Renacimiento cuando eclosionó. Podemos encontrar alusiones a la magia en todos los géneros literarios de la época, desde las novelas pastoriles y de caballerías hasta el teatro o la épica. Por eso decidimos preparar este libro".
"Ha habido que hilar fino subraya Montaner porque es muy frecuente la confusión entre brujería y hechicería, y entre la hechicería y cualquier otro tipo de magia. Por ejemplo, los brujos no son magos en el sentido estricto del término. Buena parte de la confusión se generó en el siglo XIX, cuando se metieron en el mismo saco magia, astrología y alquimia. Pero en el siglo XVI estaban relacionadas pero no confundidas. Los tratadistas de la época distinguen entre lo que llaman magia natural, que se basa en fenómenos naturales, como el influjo de los astros en la vida en la Tierra; y magia preternatural, que solo pueden hacer los espíritus puros, que no son ni la divinidad ni el hombre; es decir, los ángeles y los demonios".
El libro tiene numerosas referencias aragonesas. Además del coordinador y de la historiadora María Tausiet, que aporta sus conocimientos en uno de lo estudios, se habla de personajes como Jaime Manobel o Pedro Ciruelo. "Lo que sí se echa en falta en la literatura de la época es la existencia de autores españoles de tratados de magia. La mayoría de los tratados que circularon en España, y fueron muchos, venían de Francia. Pero sí se escribieron tratados antimágicos. Lo hizo, por ejemplo, Pedro Ciruelo, un matemático de Daroca que realizó una dura crítica de las supersticiones". Su libro, Reprovación de las supersticiones y hechizerías, publicado en Salamanca en 1538, tuvo bastante éxito y fue objeto de reimpresiones.
Como curiosidad, en las páginas de Señales, portentos y demonios se encuentra incluso una nueva transcripción del crismón de la catedral de Jaca (En esta escultura, lector, procura entender así: la P es el Padre, la A es el Hijo y la Doble es el Espíritu Salvífico. Estos tres por derecho propio son un solo y mismo Señor).
Capítulo aparte merecen Los recetarios mágicos moriscos: brebajes, talismanes y conjuros aljamiados, artículo de Pablo Roza basado casi en su totalidad en la literatura morisca hallada en Aragón. Pero el libro va mucho más allá y trasciende fronteras geográficas. Es, en realidad, un termómetro de cómo era la sociedad española de la época, a caballo entre ciencia y superstición.
"Los elementos mágicos nunca son el tema central de las obras literarias del Siglo de Oro concluye Montaner, pero sí constituyen un elemento fundamental, hasta el punto de que hay géneros completos que no se conciben sin la presencia de la magia en ellos. Si hasta ahora no había parecido importante en esas obras se debe a que no está en primer plano; pero sí está en segundo. Ni la épica ni los libros de caballería se explicarían sin la magia, y en la tradición celestinesca resulta indispensable. El Siglo de Oro es un periodo fantástico en el que conviven las creencias antiguas y el nacimiento de la Ciencia moderna. No hemos estudiado más allá del siglo XVII, cuando desaparecen géneros como la novela pastoril, pero sería muy interesante explorar también ese periodo".