San Gil, como museo y como tesoro

Los historiadores A. García-Paso y W. Rincón y el fotógrafo A. Ferrer le dedican un volumen.

Las fotografías de Andrés Ferrer se han fijado en las instantáneas clásicas pero también en otras visiones del contraluz, en periodos tamizados por un rayo de sol.
San Gil, como museo y como tesoro

San Gil es la parroquia más vetusta de Zaragoza. El rey Alfonso I de Aragón la entregó al obispo Esteban de Huesca, el mismo año de la conquista de la ciudad, 1118.


Santa Engracia, conocida como Santas Masas, era el templo tardorromano más antiguo, como lo demuestran sus sarcófagos paleocristianos. ‘San Gil Abad de Zaragoza’ es el resultado de la tesis de Alfonso García de Paso Remón, publicada en 1985, y de Wifredo Rincón, historiador del arte.

Ambos han sumado esfuerzos para sacar a la luz los tesoros que alberga la parroquia más veterana de la ciudad, y que ha editado Elazart Ediciones, con el mecenazgo de Felipe Sanz Portolés. El volumen está ilustrado por las fotografías de Andrés Ferrer. En la página 167, vemos una magnífica foto del San Hilarión del escultor Ramírez, 1745, una de las obras maestras del siglo XVIII en Zaragoza. Lástima que la Magdalena no le haya seducido de igual forma, pues es la Marilyn Monroe de San Gil.


Pero vayamos despacio. San Gil es un compendio del arte zaragozano más genuino. Así, a vuelapluma o vuelamemoria, recuerdo una visita con mi maestro Julián Gállego a su famosa Sacristía dieciochesca, más discreta y modesta que la suntuosamente versallesca del Pilar, pero que desprende el encanto de un salón mozartiano donde ensayar ‘La flauta mágica’. Por no hablar de la Biblioteca Roda de San Carlos, otro ámbito secreto de nuestra ciudad.


No puede compararse San Gil en materia de pinturas con San Miguel, donde conviven Jusepe Martínez y José de Luzán, en una capilla espectacular, de nombre precioso, Zaragoza la Vieja. Quizá el mejor lienzo de San Gil es una bonita Inmaculada, pag 192, que podría ser de Bayeu el Grande.


Historia de San Gil


Zaragoza tuvo templos románicos en La Seo, San Pablo y Santiago, en la propia calle de San Gil o Cuchillería, cuyos capiteles románicos se conservan en el Museo Diocesano. Sin embargo, de San Gil apenas ha sobrevivido la torre gótico-mudéjar, rematada por un chapitel barroco o neoclásico, que no hace mucho todavía lucía sus desnudos palitroques cónicos como de tienda de comanches. La manía purista de reducir los estilos a su diseño original ha permitido arramblar con la gracia de los estilos superpuestos, cuyo ejemplo magnífico es La Seo, donde todo casa y se armoniza en el curso de los siglos.


La torre de la Magdalena también lucía un bonito chapitel, similar al de San Miguel, y un mudejarista cerril lo fulminó sin contemplaciones. La historia del arte, o de la arquitectura en este caso, está plagada de inquisidores puritanos. Ceán Bermúdez abominaba en 1800 del estilo barroco y babeaba con el estilo neoclásico. Es triste constatar que casi todos los cronistas son tuertos, y cuanto más pretenciosos peor. Ahora todos gastan humos de científicos nucleares, como Q, el maestro armero de James Bond.


Confirmación de Goya en San Gil


La fotografía del documento goyesco de San Gil, 26 julio 1751, se publicó por vez primera en el HERALDO el 12 abril de 2012, en ‘Artes y Letras’. Sigue siendo el primer documento biográfico de Goya, cuando contaba cinco años de edad, y es una lástima que no se incluya en este hermoso libro sobre la más antigua parroquia de Zaragoza.


Cicerones olvidados


Los dos grandes cicerones de Zaragoza son Jusepe Martínez y Julián Gállego. Curiosamente, ninguno de los dos aparecen en la bibliografía. Cierto, que en su serie de artículos ‘Zaragoza barroca’, 1979, no aparece un artículo específico sobre San Gil, pero al tratar de la Magdalena, dice : "Las estatuas de la nave, si no llegan a ser tan buenas como las de San Gil, son también muy meritorias". Y en ‘El arte de la memoria’, 1999, puede leerse una estampa preciosa sobre el entorno de San Gil y el Arco Cinegio, pag 103. Vuelvo a repetir que fue JG quien me descubrió la Sacristía de San Gil, y mil cosas más de nuestra olvidadiza ciudad. Jusepe Martínez evoca la fastuosa pinacoteca del Conde de San Clemente, cuyo palacete de postín estaba en la trasera de San Gil. Y nos cuenta nada menos que la intentona del conde de Bristol por adquirir una Madonna de Correggio, que era la joya de la colección zaragozana, y que hoy luce en la National Gallery de Londres. Un Sanclemente, Agustín de Villanueva, fue Justicia de Aragón, 1633-55. Jusepe describe con gracia el entusiasmo de Bristol: "Este cuadro se le llevó los ojos... y de buena gana daría quinientos ducados si se lo querían feriar". Velázquez vendió su Baco o ‘Los borrachos’ por cien ducados. Pese a sus leves lagunas, este libro sobre San Gil es un tesoro bibliográfico.