El corazón del misionero

Pasarán la Navidad a miles de kilómetros, acompañados de sus nuevos hermanos, la gente a la que ofrecen su ayuda. Los misioneros han sido los protagonistas de este año que ya acaba, por su continua batalla en la lucha contra el ébola.

El corazón del misionero
El corazón del misionero
Heraldo

Para Antonio González, el secretario de Misiones de la Archidiócesis de Zaragoza, el mayor ejemplo de amor lo dio este año la hermana Paciencia Melgar. "No es española, pero debería ser el rostro del año en España". Melgar es una religiosa nacida en Guinea Conakry y que enfermó de ébola con el misionero Miguel Pajares en Liberia. Llevaba 11 años curando enfermos, pero no pudo subir al avión que trasladó al sacerdote español porque carecía de visado y no era de nacionalidad española. De nada sirvieron las súplicas de Pajares para que su compañera montara también en el avión, Paciencia fue trasladada a un sucio sanatorio de Monrovia donde compartía un solo baño con otros 59 afectados, vomitaba en cubos y no había ventanas. "Y sin embargo se curó", sonríe Antonio González.

"No tuvo tanta ayuda, no consiguió viajar en el avión, quedó olvidada cuando todo el debate se centraba en el padre Pajares. Y ella sobrevivió. Y cuando ha sido preguntada si guarda rencor a las autoridades españolas su respuesta fue sincera: “No guardo rencor a nadie”. Ha sido la primera en ofrecer su plasma, muy valioso para tratar a otros enfermos del ébola como el misionero Manuel García Viejo y después a Teresa Romero. Esa es la generosidad pura del misionero, la que va más allá de la seguridad personal porque el corazón del misionero es universal".


Los misioneros han sido, para bien o para mal, los protagonistas de este año que termina. Su implicación social les convirtió en España en el rostro del ébola, y su tratamiento en los hospitales españoles se vio rodeado de una fuerte polémica. El ingreso del padre Pajares el pasado agosto tuvo una doble lectura: para unos era el sacerdote que, tras 18 años formando a médicos en Liberia para prevenir y curar el ébola, sucumbía a la enfermedad y necesitaba tratamiento; para otros, Pajares era el cura que disfrutaba de privilegios y ponía a todo un país en peligro por introducir el ébola en nuestras fronteras. "Existen todavía muchos prejuicios en torno a la figura del misionero. De haber sido un cooperante laico quien venía de Liberia la discusión habría sido otra, pero todavía se ve al misionero con los clichés del siglo XIX, con la barba blanca y larga, el crucifijo de madera y las sandalias, limitándose a rezar y a prohibir religiones paganas. Nada más lejos de la realidad".


"No piensas en marcharte"


Aragón cuenta con 471 misioneros, aunque los números van cayendo por la falta de vocaciones; en España, se ha perdido casi un 30% en tan solo diez años, aunque por fortuna el conjunto permanece estable gracias a la entrada de sacerdotes y monjas de otros continentes. "Pero siempre hacen falta misioneros, gente que lleve el amor al pueblo y se quede allí para compartir con ellos todo el camino. Porque la Iglesia nunca se va de una zona en conflicto; cuando hay peligro las oenegés llaman a sus cooperantes, pero la Iglesia está enraizada y aunque los religiosos son libres de regresar casi nunca lo hacen. Se quedan en Siria, en Mali... a pesar de las persecuciones", señala González. Algunos de los protagonistas que han hablado para elaborar este reportaje confiesan que ni siquiera sienten miedo: "Saber que estás ayudando es suficiente. Para nosotros esta gente son nuestros hermanos, y no vamos a abandonarlo todo justo cuando llegan las dificultades", asegura María Teresa Añaños, que ya ha vivido cuatro guerras en sus 33 años como misionera en África. "Estamos aquí para defender. Nos sentimos responsables. Y los ciudadanos también nos protegen y se siente responsables por nuestra seguridad. La ayuda es mutua", dice Ramón Bernad desde Costa de Marfil, que ya ha pasado por tres desventuras en las que a punto a estado de morir. "Mientras tenga valentía y fuerzas, me quedaré".


Para Javier Negro, delegado provincial de los Escolapios en África Central, "las criticas llegan porque pocos se molestan en saber qué estamos haciendo. Pocos saben, por ejemplo, que en las selvas del Congo apenas hay oenegés y la única ayuda llega desde la Iglesia. Me asombra que en torno al ébola se crearan tantos debates, es extraño que la gente aquí se revolucione por algo tan pequeño, cuando allí la realidad es tan primaria en cuanto a las necesidades. Es un mundo diferente donde se vive con los pobres y para los pobres. Y es una realidad eclesiástica que no tienen otras religiones".


Todos los protagonistas de este amplio reportaje pasarán la Navidad a miles de kilómetros de su hogar. Carlos Munilla, desde Osaka (Japón) confiesa que echará de menos a su familia, del barrio de San José (Zaragoza). "Hoy es mi cumpleaños, cumplo 36, y esa fecha ya es difícil pasarla tan lejos. Las Navidades también serán diferentes, este es mi primer año en Japón; pero los misioneros nos sentimos muy acompañados". Desde Mali, María Teresa Añaños disfruta de la Navidad africana, tan diferente a la española, "mucho más festiva, hay cánticos y largas fiestas. Aunque en Mali, con mayoría musulmán, es bastante íntima". Y Julián Díez, que lleva 22 años en América Latina, las pasará en Perú. "Pero el agradecimiento de toda la gente justifica cualquier dificultad que nos encontremos. Podríamos mirar para otro lado, o marcharnos, pero no se puede vivir a ratos o a medias. Hay que vivir siempre todo completamente".