Llamada de los montes distantes

Las elocuentes fábulas plásticas de Ángel Pascual Rodrigo, en A del Arte.

Ángel Pascual Rodrigo engarza el cine con el paisaje exuberante.
Llamada de los montes distantes

Al entrar el otro día en la galería A del Arte no pude evitar emocionarme. El vello se me puso de punta, y no por lo que veía, porque acababa de entrar, y en nada me había fijado todavía, sino por una música que llegaba del fondo. Era la banda sonora de ‘Shane’, o ‘Raíces Profundas’, de Victor Young, a la que nunca me he podido resistir. Es un tipo de emociones que se supone que conviene controlar. Confieso que nunca lo conseguiré. Incluso dudo que nadie pueda hacerlo. Cierta belleza ejerce una atracción cruel o maternal, o ambas cosas a la vez, contra cuyo poder poco puede hacerse. Fibras sensibles compartidas por el simple hecho de ser humanos. Unos montes lejanos, la pureza del Technicolor de los cincuenta, una cabalgada hacia el horizonte. Música arrebatadora e imágenes simples y perfectas (las de George Stevens, en estado de gracia, y de su operador, Loyal Griggs).


Toca aclarar qué hacía esa banda sonora en la galería A del Arte. Estaba allí sirviendo de fondo a un vídeo creado por Ángel Pascual Rodrigo, donde se suceden ciertas imágenes que él mismo ha dibujado, y que son el núcleo de su nueva exposición. Son papeles donde resucita una técnica que el artista ya había empleado en los setenta, en tiempos de la Hermandad Pictórica. Lápices de colores, instrumentos simples, como los que pueden ponerse en manos de un niño, pero manejados con perfección. Esas cajas mágicas de lápices abren un arco iris completo, donde, junto a todos los colores, está la promesa de todas las cosas posibles. Obviamente, se exige imponer a ese infinito de posibilidades una disciplina externa. Un código.


Como un niño, Ángel Pascual Rodrigo se pone aquí al servicio de imágenes ajenas, de forma disciplinada, y en esa humildad del dibujante está gran parte del mérito de estas obras. Lo que reproduce son fotogramas (iconos huidizos) de un par de películas. ‘Shane’ es una de ellas. La otra, ‘El ladrón de Bagdad’, la maravillosa fantasía del Michael Powell, ambientada también por otra música fascinante, de Miklós Rózsa. Dos películas muy distintas, aparentemente, pero que comparten un mismo modelo de final, porque en ambas, el héroe se aleja de nosotros (y de los personajes a los que ha auxiliado), uno a caballo, el otro sobre una alfombra mágica, buscando algo que no encuentran en la vida cotidiana, huyendo de un final feliz que podemos aventurar que no lo es tanto.


El secreto de las montañas


El tema central de ‘Shane’ se titula ‘La llamada de las montañas distantes’. Podría pasar por una descripción del mundo plástico de Ángel Pascual Rodrigo. Puede ser el fantasma del Monte Perdido, o el perfil de las sierras mallorquinas, que es el paisaje de su tierra de adopción.


Este asunto de las montañas lo define, vital y plásticamente. Es una estructura. Resulta sintomático que seleccione dos películas, como hemos visto, por una comunión estructural, buscando el tipo de modelos formales que hubiera buscado Northrop Frye. Y que aluda al espíritu común de las montañas, en otras pinturas sobre tela. Esto nos lleva a detectar que, en sus trabajos, lo que no debe engañarnos es la anécdota, sino que ésta es siempre máscara de modelos estructurales, simplificados, que tocan fibras íntimas de forma inevitable. De ahí que sus composiciones tengan la sencillez elocuente de una fábula.