Richard Strauss y Stefan Zweig en Viena

Viaje cultural a la ciudad de la música, del arte y la literatura.

Richard Strauss y Stefan Zweig en Viena
Richard Strauss y Stefan Zweig en Viena
Museo del teatro de Viena

Una escapada a la ciudad de Viena en esta época del año puede deparar al viajero un sinfín de sorpresas. Por ejemplo, descubrir el espectáculo otoñal que presentan sus innumerables parques, como el archifamoso Prater y su arteria principal, la Hauptallee, flanqueada por castaños, o el Botanischer Garten junto a los jardines del hermoso palacio barroco de Belvedere, donde se puede disfrutar, sin demasiados turistas ahora, de los cuadros de los artistas austriacos Klimt (incluido ‘El beso’ o la bellísima ‘Judith’), Schiele y Kokoschka, desplegados en sus suntuosas salas, o su soberbia colección de arte medieval.


Atravesar la ciudad del Danubio es también recorrer la historia moderna de Europa. Y alrededor de su Ringstrasse, contemplar esos grandes edificios que han hecho de la ciudad un monumento a la cultura: el palacio de Hofburg, lugar de residencia de los Habsburgo, con sus espléndidos museos y plazas, la fastuosa Biblioteca Nacional y su impresionante colección de libros ricamente encuadernados en estantanterías infinitas, la elegante Escuela española de equitación, la Ópera de Viena, el Burgtheater, el Musikverein o la Bolsa, entre otros.


Viena sorprende también por su enorme vigor cultural. La oferta de espectáculos, música y teatro ocupa gruesos volúmenes de papel cuché. Durante todo el año se suceden innumerables conciertos sinfónicos, con los mejores intérpretes que cabe imaginar, de cámara y ópera, música en la calle, en los cafés, en las salas de los palacios, música en las iglesias. La oferta de museos y exposiciones es también interminable, y siempre hay gente en sus salas.


Cuando se sale del museo Albertina, que en este momento alberga una gran exposición de Miró, uno se encuentra de frente con un inmenso cartel que ocupa media fachada del bellísimo palacio barroco de Lobkowitz, actual sede del Museo del Teatro de Austria. En él aparece un retrato de Richard Strauss y se anuncia una exposición dedicada a su obra operística. La sorpresa al entrar es que, en realidad, no hay una sino dos exposiciones: la del compositor alemán y otra, más modesta e íntima, dedicada al gran escritor vienés Stefan Zweig, cuya conexión se verá más adelante.


Stefan Zweig


El Theatermuseum es uno de los centros de documentación y conservación más importantes del mundo dedicado a las artes escénicas en todos sus géneros: teatro literario y musical, de títeres, e incluso piezas de danza y obras cinematográficas. La exposición Stefan Zweig, despedida de Europa, muestra la vida y la obra del escritor judío desde la perspectiva del exilio. Stefan Zweig (1881-1942) emigró a Inglaterra en febrero de 1934, y en junio de 1940 se marchó definitivamente de Europa con su esposa Lotte. Permanecieron un tiempo en EE. UU. y en Brasil, donde ambos se suicidaron el 22 de febrero 1942.


De gran relevancia en la exposición son dos textos surgidos de su pluma en los últimos años de su vida: su excelente libro de memorias ‘El mundo de ayer’ y ‘Novela de ajedrez’, donde dejó patente las huellas del horror y la decadencia de Europa.


En ‘El mundo de ayer’ Zweig relata cómo durante años fue atesorando una importante colección de manuscritos de sus escritores favoritos, que conservó siempre consigo hasta que se vio obligado a huir del terror nazi. Con el adiós a Europa, donó su colección a la Biblioteca Nacional de Austria, y una parte de estas valiosas piezas pueden verse ahora por primera vez.


Al escritor vienés le fascinaba el material manuscrito de los autores que amaba, su trabajo de taller, el testimonio con las correcciones, tachaduras y enmiendas, el misterioso momento de la creación tachonado con mejoras, supresiones y adiciones. Allí están entre otros muchos Joseph Roth, Arthur Schnitzler, Franz Kafka, Thomas Mann o Rainer Maria Rilke. La puesta en escena del espacio de la exposición es muy sugerente: un vestíbulo de un gran hotel con las alfombras enrolladas; una habitación llena con los autógrafos en cajas de mudanza abiertos, e imágenes y fotografías en sus marcos desmontadas de la pared. En otra estancia cuelgan unos abrigos negros de cuero, y en el centro una maqueta gigante iluminada del Hotel Metropol, cuartel general de la Gestapo en Viena donde había sido interrogado el Doctor B. de la Novela de ajedrez.


Alrededor de los objetos expuestos hay grabaciones de audio, películas, manuscritos y ediciones originales con dedicatorias, además del ajedrez del autor. En otras vitrinas se puede apreciar también la enorme popularidad internacional de este autor, con ejemplares de sus obras traducidas a decenas de idiomas.


Richard Strauss


Al subir a la segunda planta del edificio, uno se encuentra con una gran esfera plateada colgando del techo, un retrato de Oscar Wilde y la primera edición de su tragedia en un acto ‘Salomé’, en la que Richard Strauss se basó para componer su ópera homónima. Es el comienzo de esta importante exposición, donde se exhibe una selección de más de 500 piezas de correspondencia, manuscritos musicales, autógrafos, partituras, fotos, carteles, películas, bocetos, figurines, decorados y trajes. Y en el centro de la exposición están las óperas ‘Salomé’, ‘Elektra’, ‘El caballero de la rosa’ y ‘La mujer sin sombra’, cada una de las cuales marca un punto de inflexión en el desarrollo de la obra del compositor.


Richard Strauss (1864-1949) gozó de gran éxito durante su prolífica carrera y fue particularmente apreciado en todo el mundo como compositor de ópera. A pesar de que su vida transcurrió en Baviera, tuvo numerosas conexiones con Viena. Especialmente por sus estrechos contactos con el poeta Hugo von Hofmannsthal, omnipresente en toda la exposición, el escenógrafo Alfred Roller y su último libretista Joseph Gregor, quienes le vincularon con la ciudad. De 1919 a 1924 fue director de la Ópera de Viena junto con Franz Schalk.


Esta exposición coincide con la celebración en 2014 del 150 aniversario de su nacimiento. Al final del recorrido se puede ver una película con registros históricos y actuales de sus óperas más conocidas, que culmina una muestra introspectiva de la obra de uno de los más célebres compositores del siglo XX.


La mujer silenciosa


La muerte en 1929 de su libretista Hugo von Hofmannsthal, pareció marcar el final de la obra operística de Richard Strauss. En 1931, sin embargo, conoció al entonces famoso escritor Stefan Zweig, quien le sugirió el texto del escritor inglés Ben Johnson, contemporáneo de Shakespeare, ‘The silent woman’, como posible libreto para una nueva ópera bufa, y la primera de una larga colaboración. El compositor aceptó y la obra se estrenó, no sin gran dificultad, en el teatro de la Ópera de Dresde en junio de 1935, bajo la dirección de Carl Böhm. Pero el hecho es que Stefan Zweig era judío, y la ópera fue suspendida después de sólo cuatro representaciones por orden del gobierno de Hitler.


La relación de Richard Strauss con el gobierno nacionalsocialista fue en cierto modo acomodaticio, pero nunca simpatizó con su ideología, ni compartió sus creencias antisemitas. La Gestapo interceptó la correspondencia entre Strauss y Zweig, en la que el músico le había escrito abiertamente acerca de sus puntos de vista críticos con el régimen nazi y su papel en él, y a consecuencia de esto fue destituído de su cargo de presidente de la Cámara de Música del Reich, menos de dos años después de su nombramiento.


Todos los detalles de estos acontecimientos (impecablemente documentados en la exposición mediante la correspondencia de todos sus interlocutores, además del manuscrito del libreto de ‘La mujer silenciosa’), están descritos en el extraordinario y ameno libro de Alex Ross, ‘El ruido eterno’ (Seix Barral), clave para entender la cultura musical del siglo XX.


En resumen, se trata de dos exposiciones modélicas y enriquecedoras de extraordinario interés, un regalo para todos los amantes de estos dos artistas geniales. Y una última sugerencia: si les gustó ‘El mundo de ayer’, hay otra obra que recorre igualmente la historia convulsa de la Europa del siglo XX, con su epicentro en Viena, a través de varias generaciones de una rica familia judía, heredera de una insólita colección de netsukes japoneses. Es ‘La liebre con ojos de ámbar’ de Edmund de Waal (Ed. Acantilado). No se la pierdan.