Mentes brillantes

El humorista Miki Nadal se dormía en las clases de Derecho y Mila Freire, profesora de conservatorio, estudió tres carreras. Ambos pertenecen a Mensa, el club de las mentes más brillantes, que –según dicen– solo tienen una cosa en común: "Te sientes diferente"

Para acceder al más exclusivo de los clubes que hay en España no hay que tener un gran patrimonio ni haber alcanzado la celebridad. Ni siquiera valen los enchufes. A Mensa solo pueden entrar los superdotados, es decir, las personas que acreditan una inteligencia –cociente intelectual– que está por encima del 98% de la población. "Pensaba que iba a ser un grupo de gente muy rara, muy elitista, me los imaginaba a todos vestidos con batas blancas y agachados sobre microscopios, así que cuando descubrí la realidad me sorprendió de forma muy grata", cuenta con cierta retranca Vicente Simón, un informático de 41 años que ejerce de coordinador de la asociación en Aragón y Navarra.


Simón es uno de los 1.500 miembros que Mensa (del latín, mesa, en referencia a la Mesa Redonda del rey Arturo en la que todos eran iguales) tiene en España. La asociación, creada en la localidad británica de Oxford al término de la Segunda Guerra Mundial, agrupa a 110.000 superdotados en todo el mundo. Podría decirse que es la mayor concentración de talento que haya conocido la humanidad. Y no se trata de una especulación, ya que todos y cada uno de sus socios han tenido que pasar una prueba para certificar sus excepcionales aptitudes mentales. 


"La primera vez que oí hablar de Mensa fue en unas crónicas que escribía en ‘Heraldo de Aragón’ un capitán mercante desde los puertos en los que hacía escala su barco. Era 1971 y contaba desde Nueva York que dos asesores de Kennedy pertenecían a un club de superdotados al que se había invitado a entrar al filósofo Herbert Marcuse, que al final desistió porque se cansó de interpretar tanto dibujito en las pruebas", sonríe Antonio Casao, de 71 años y primer presidente de Mensa en España. El concepto de superdotado, precisa, no tenía entonces unos perfiles muy definidos, pero logró acaparar el interés de los medios de comunicación. "Fue muy importante la labor de las revistas porque comenzaron a incluir en sus páginas tests de inteligencia y aquello despertó mucha expectación". La semilla estaba plantada y en 1984, hace ahora treinta años, veía la luz la sección española de la agrupación.


Los ‘mensistas’ españoles, que entonces se contaban con los dedos de la mano, han crecido en estas décadas hasta conformar un grupo tan heterogéneo como bien avenido, que festejó ayer en Zaragoza el aniversario de su fundación. "Siempre me había sentido algo diferente, en la medida en que tenía más inquietudes que los demás, por eso es agradable encontrarse con gente que es como tú y que experimenta las mismas sensaciones", explica Mila E. Freire, hermana de la novelista Espido Freire y primera mujer que tuvo mando sobre los superdotados españoles. Freire, profesora de conservatorio, tiene tres carreras universitarias –Música, Filología Hispánica y Ciencias Políticas– y una curiosidad insaciable.


Como la gran mayoría de los superdotados, vivió la niñez y la juventud con la sospecha de que tenía capacidades distintas a las de sus compañeros. "Durante veinte años tuve guardada la dirección de un apartado de correos para contactar con Mensa, pero no me decidía a dar el paso; al final lo hice y cuando confirmé aquella intuición por medio de los tests me quedé más tranquila".Notas mediocres

El rendimiento académico de Mila está en consonancia con las expectativas que suscita su talento, algo que no siempre ocurre entre los superdotados. El informático Vicente Simón tuvo problemas en sus estudios: su voraz curiosidad le llevaba a interesarse por infinidad de materias sin terminar de profundizar en ninguna y en los exámenes respondía a todo menos a lo que le habían preguntado. Repitió uno de los cursos de bachillerato y no llegó a acabar ninguna de las dos carreras universitarias que empezó, Estadística e Informática. 


Algo parecido le pasó a Manuel Delgado, un madrileño de 38 años que también se quedó atascado en el instituto y tuvo que hacer dos veces Tercero de BUP. "Me aburría soberanamente en clase hasta que llegué a la Universidad y empecé a estudiar lo que de verdad me interesaba, que era Márquetin. A partir de entonces dejé de sacar notas mediocres y mi expediente académico mejoró". ¿Cómo es posible que alumnos con tanto talento fracasen allá donde sobre el papel deberían ser los primeros? En el ámbito educativo hay multitud de explicaciones al respecto, pero quizás sea mejor prestar atención a las que dan los propios interesados. 


Habla Manuel Delgado: "Nuestra mente se desenvuelve de forma distinta, tenemos capacidad de ver un poco más allá a la hora de analizar un problema, de ver la segunda y hasta la tercera derivada, pero nos cuesta un montón explicarlo porque para nosotros es demasiado evidente". Y continúa Vicente Simón: "La inteligencia está asociada a las conexiones de las neuronas, así que si un pasajero va de Zaragoza a Sevilla y le preguntan al llegar cómo ha ido el viaje, responderá que ha tardado tanto, que ha pasado por Madrid y Córdoba y que ha hecho calor o frío. Sin embargo, en un superdotado hay más viajeros y más posibles trayectos hasta alcanzar el destino, de forma que cuando se llega a Sevilla no se puede dar una única respuesta a la pregunta sobre el viaje. Es una bendición poder ver las cosas de más maneras, pero cuando te intentan hacer pasar por el aro para que veas solo una parte es cuando surge el problema".

El humorista y actor Miki Nadal, otro de los socios de Mensa, también tuvo problemas con los estudios: "Empecé Derecho, pero me costaba mucho, no me centraba y había veces que incluso me dormía en las clases". Nadal, de 47 años, no llegó a acabar la carrera. "Era incapaz de concentrarme, quizás porque me aburría escuchando cosas que ya sabía". El cómico descubrió hace año y medio su condición de superdotado haciendo un test de Mensa. "Ahora igual retomo los estudios, aunque si lo hago me lo tomaré con mucha calma porque mi trabajo es muy absorbente".El uso de un don

Hay pedagogos que aconsejan que los niños con altas capacidades intelectuales realicen sus estudios al ritmo que marca la precocidad de su aprendizaje, lo que implica saltarse algunos cursos. En algunos países, entre ellos EE. UU. o Israel, hay incluso centros especializados para su formación. Los propios afectados, sin embargo, no se muestran muy partidarios de recibir un trato especial. "No creo que adelantar cursos sea lo más adecuado", reflexiona Manuel Delgado. "Puede que de esa forma encuentres un mayor estímulo académico, pero ser superdotado no significa tener mayor madurez emocional o social y puede haber un desequilibrio. En mi caso, no siento que me haya perdido nada por no haber sido diagnosticado hasta que tuve 30 años". 


Tampoco Antonio Casao apuesta por una educación especial. Aunque sus dos hijas tuvieron elevadas puntuaciones en las pruebas de inteligencia –las altas capacidades intelectuales tienen un alto componente genético y es común heredarlas–, las educó sin hacer distingos. "Lo fundamental es formarse como persona y para eso es más importante la convivencia con los compañeros que el aislamiento o el tratamiento especial", razona. Una de sus hijas estudió Ingeniería de Telecomunicaciones y la otra cursó Empresariales. "Ser superdotado –resume el primer presidente de Mensa en España– no es algo de lo que sentirse orgulloso, es como ser alto o tener el pelo rizado; uno no tiene más mérito que haber procurado mantener lo que se ha recibido y no haber hecho mal uso de ello". Por eso no le gusta precisar cuál es su cociente intelectual. Está mal visto.