«Le he dicho que entregue el arma, que de esta no va a salir victorioso»

Fátima, la expareja del atrincherado, habló
con él en varias ocasiones para intentar que depusiera su actitud y saliese del bar sin el revólver, pero no lo consiguió.
La mujer explicó que lo que pretendía Luis Pedro Rocaful era llamar la atención y que se sentía muy solo desde que habían cortado la relación meses atrás

Fueron casi veinte horas de negociación con Luis Pedro Rocaful Gutiérrez en las que sus familiares jugaron un papel fundamental, como también lo hizo Fátima, su expareja y propietaria del bar Maxi 2. Pero ni unos ni otros lograron que entregase el arma de fuego a la Policía y saliese pacíficamente del local, donde finalmente se quitó la vida. 


Al mediodía de ayer, después de toda la noche sin dormir, con su ex atrincherado en el bar y sin saber aún el fatal desenlace que iba a producirse horas más tarde, Fátima contaba a este periódico cómo se había originado el incidente y trataba de explicar los motivos por los que pensaba que Luis Rocaful, de 63 años, se estaba comportando de esa manera. 


«Quiere llamar la atención, como los niños. Solo busca protagonismo, pero no es capaz de disparar a nadie. Anoche llegó al bar un poco tonto. Quería quedarse allí y que le diese las llaves. Estaba desafiante, como otras veces. En ese momento había dos clientes más y, como yo no quería mal rollo, le dije que se quedara si quería pero que yo me iba a marchar», relató. «Entonces –añadió– fue cuando sacó el hierro (el revólver). Los dos chicos salieron corriendo y cuando a mí me apuntó, me asusté y salí también del bar. Como está un poco loco, llamé a la Policía porque no iba a dejarle allí solo y con el arma, aunque sé que no es capaz de disparar ni de matar a nadie». 


A partir de ese momento se desplegó en el barrio un fuerte dispositivo policial para proteger a los vecinos y lograr que Luis Pedro Rocaful depusiera su actitud. «No se quiere ver esposado»

«He hablado con él varias veces –contaba Fátima–. Le he pedido por favor que deje el arma y salga, pero él llora y dice que quiere hacer lo que está haciendo. Le he dicho que de esta no va a salir victorioso, pero como él sabe que la Policía le va a esperar fuera y a esposar cuando cruce la puerta, creo que no se quiere ver así». Al preguntarle si entre las razones de ese encierro violento estaba la ruptura de su relación, la mujer, de origen angoleño, lo negó: «No tiene nada que ver que yo haya sido su pareja. Lo que le pasa es que se siente solo y le duele haberme perdido». 


También rechazó que detrás hubiera motivos económicos o que ella hubiera cortado con él un tiempo después de que le hubiese dejado unos 30.000 euros para pagar el traspaso del bar. «Cogimos esto juntos, pero no tiene nada que ver. Tenemos una sociedad, pero la que consta en todo soy yo», explicaba. 


La mujer hizo mención también al carácter un poco agresivo y dominante de Luis Rocaful. «Ha estado muchos años trabajando en el mundo árabe, en plantas petrolíferas, y está acostumbrado a que las mujeres no sean nada. Pero yo no me dejo», contaba. «Y él siempre ha hecho cosas para llamar la atención. La mía y la de los demás. A veces, sobre todo cuando tomaba alcohol, golpeaba la barra o rompía algún vaso. Claro, al final la gente se va cuando él se sube de tono y se pone burro», señalaba. 


Desde que se produjo esta conversación y hasta que Luis Rocaful decidió terminar de la peor manera posible, Fátima fue reclamada por la Policía en varias ocasiones para que hablara con él desde la calle y tratara de convencerle. «El quiere que yo suba, pero la Policía no me deja entrar si antes no les entrega el revólver», explicó. Y no lo entregó.