Aragón se afianza como el mayor granero de maíz transgénico de Europa

Solo 5 de los 28 países de la Unión cultivan en la actualidad transgénicos. Francia o Polonia han sido los últimos en prohibirlos.

Un maizal aragonés
Un maizal aragonés

El debate sobre los cultivos transgénicos ha vuelto a las instituciones europeas, y con ello, también a la calle. La reciente prohibición de Francia y las anteriores de otros 7 estados a cultivar maíz modificado genéticamente en sus territorios deja a España prácticamente sola como el país del continente que más suelo dedica a este cultivo. Según el Ministerio de Agricultura, en España se plantaron el año pasado un total de 136.962 hectáreas, de las cuales 54.451 están en Aragón, que afianza su posición como el mayor productor de la Unión.


Dentro de España, solo Cataluña (33.995 ha) y Extremadura (16.979), siguen la estela a la comunidad aragonesa, que genera el 40% del maíz que se cultiva en suelo europeo, ya que más allá de nuestras fronteras los otros cuatro estados que cultivan transgénico -Portugal, Rumanía, República Checa y Eslovaquia- acumulan poco más de 10.000 hectáreas.


La posición de la Comunidad dentro del mercado transgénico europeo es tal que en marzo de este año el Consejero de Agricultura de la DGA, Modesto Lobón, fue el único representante autonómico que acompañó al anterior ministro Arias Cañete a Bruselas para retomar la reforma legislativa de estos productos. Un debate que se había quedado aparcado en 2010, y que ha vuelto cuatro años más tarde para explorar la opción de dar una mayor libertad a los estados para restringir o permitir el cultivo de organismos genéticamente modificados en su territorio.


"Esto es muy importante para España, pero particularmente para Aragón, que tiene un transgénico muy importante: el maíz", afirmó Lobón desde Bruselas, recalcando siempre que el cultivo de una variedad genéticamente modificada solo es posible si los estudios científicos y sanitarios de la Unión dan luz verde a su cultivo, apartado en el que la UE es particularmente restrictiva. No en vano, el maíz BT es solo uno de los dos cultivos aprobados por la EFSA (la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) para plantarse en la Unión, que, no obstante, sí que permite a sus miembros importar otras 48 variedades de maíz, soja y otros vegetales del extranjero, principalmente de EE.UU., Brasil o Argentina.

En Aragón, los cultivos se han duplicado en 3 años

Desde que en 1998 la Unión Europea aprobara por primera vez el uso del maíz BT (MON810, patentado por Monsanto) en su territorio, España y Aragón apostaron de lleno por esta nueva variedad resistente a la plaga del taladro, insecto que llevaba años asolando los maizales europeos. Entonces, la mayoría de estados miembros implantaron también esta nueva modalidad, que sin embargo, 15 años más tarde, ha sido rechazada en muchos de estos países. El último en echar el cerrojo a su cultivo definitivamente ha sido Francia. El país galo llevaba años amparándose en moratorias para frenar un cultivo que en 2007 alcanzó las 20.000 hectáreas, las cuales desaparecerán definitivamente con la aprobación de una nueva ley a la que dieron el visto bueno hace unas semanas los diputados del país vecino.


Mientras tanto, en España, cada temporada se ha ido incrementando exponencialmente la cantidad de campos dedicados a la variedad MON810. En 2010 se calculaba que había 76.575 hectáreas en el país, tiempo en el que Aragón ha llegado a duplicar su implantación pasando de las 28.625 de hace 3 años a las más de 54.000 de la actualidad.

Entre las opiniones no se encuentra el punto medio

Y como desde su entrada en el territorio, a técnicos, agricultores y ecologistas les cuesta ponerse de acuerdo. La Fundación Antama, dedicada a la promoción de las nuevas tecnologías aplicadas a la agricultura, el medio ambiente y la alimentación, lleva desde su creación reclamando una mayor implantación de los transgénicos. En su último informe '15 años de maíz biotecnológico', la fundación explica que el cultivo de BT ha conseguido reducir las importaciones de maíz en España en más de 853 mil toneladas desde 1998, evitando las pérdidas por plagas y mejorando la producción del cultivo.


En la otra mano, en Aragón, donde los cultivos de transgénicos son amplia mayoría los campos de los Monegros y las Cinco Villas, varias cooperativas del Cinca Medio llevan años reclamando que se vuelve al maíz convencional, defendiendo que este tiene mayor rentabilidad, es inocuo para la salud, y, además, puede protegerse de las plagas de “forma muy sencilla”. “Nosotros llevamos más de una década plantando el maíz en marzo en vez de mayo, y con esta simple estrategia estamos evitando las plagas”, comenta Juan José Mallén, representante de Uaga en el sector y presidente de la Asociación de Productores de Maíz para consumo humano.


En su opinión, por muy avalado que esté el maíz transgénico por estudios sanitarios, “su uso ya está obsoleto” según los últimos avances en el campo de la epigenética, que demuestran que “pese a que el gen modificado sea resistente a algún mal en un laboratorio, nadie asegura que en según qué campos o qué países se plante la semilla esto vaya a ser igual”. Además, los agricultores que han vuelto a producir maíz de consumo humano -se le llama así al convencional, ya que el transgénico, pese a que se podría por ley, solo se destina a pienso animal- aseguran que los ratios son mucho más altos. “El transgénico gasta mucha más agua, por ejemplo”, argumenta Mallén, que no obstante no se opone directamente a los agricultores que consideren que es más beneficioso apostar por el maíz BT.


Una opinión un poco más escéptica es la mantiene el presidente del Comité Aragonés de Agricultura Ecológica (CAAE), José Miguel Sanz, quien no se explica como si hay tanto debate social en Europa en España se siga “apostando de forma tan clara”, aún cuando de una temporada a otra se podría cambiar toda la producción “de maíz transgénico a maíz tradicional”. “Se debería exigir mayor control y más transparencia, sobre todo de cara al consumidor para que sepa de verdad lo que está comiendo” señala Sanz.


El etiquetado es obligatorio en la UE para todos los alimentos y piensos que contengan o hayan sido obtenidos a partir de plantas MG cuando esto represente más del 0,9% del ingrediente, sin embargo, los productos derivados de animales alimentados con piensos MG, algo muy común en la UE, no están etiquetados.