Llueve en Zaragoza

Las gotas se deslizan en los cristales de la marquesina distorsionando la realidad que la rodea. Su interior es un pequeño oasis repelente de agua. Un grupo de adolescentes caminan, hablan, visten como si fueran un escuadrón de clones. Se acercan ruidosas, móviles en mano. Lorena es la que más alto habla y ríe, es la hembra dominante del grupo. Llega un autobús, las mochilas anónimas suben.


Un hombre recoge su paraguas salpicando impasible como impasibles se muestran a su llegada los fugaces habitantes de la marquesina. Saca un periódico de una bolsa del mercadona y se sienta. Niños sonrientes con un fondo de guerra. Niños felices entre ruinas y miserias. ¡Qué trágico!


Suena el tono de una llamada, clásico ring, el del periódico habla, bien, como quieras, cojo el bus que no llevo paraguas.


Un chirrido familiar anuncia la llegada del 42. Sus ventanas 'envahonadas' esconden personas que no sonríen. Un día de lluvia no es un día bueno. Por lo menos en Siria no hay días así.