Tu aliento

No recuerdo por qué discutimos aquel día. Quise acariciar tu mano mientras cruzábamos el Puente de Piedra, pero me rechazaste con un gesto brusco. Como si te avergonzaras de mí, apretaste el paso, tratando de dejarme atrás.


No puedes imaginar el miedo que sentí en ese momento, la inquietud de no saber la razón de tu enfado.


Te perdí de vista al pasar la Seo y atravesé El Tubo maldiciendo, porque mi mirada no encontraba el hilo de Ariadna en ese laberinto.


Cabizbajo, continué mi camino con lentitud y una fuerza interior me llevó al lugar donde nos conocimos. Y allí estabas, de espaldas, tratando de encender un cigarrillo en la esquina del jodo. Me acerqué y te hablé al oído: No puedes huir de mí. Soy tu aliento. Soy el cierzo que quema tu alma.