Las sombras del Pirineo

El sonido de sus pasos, tranquilos, recorría mi mente.


Si le hubieras preguntado a alguien, te habrían dicho que era demasiado tarde para que una niña tan pequeña caminara sola por el Pirineo. Pero no lo hiciste.


Las sombras se dibujaban sobre los árboles, atemorizadas y curiosas, no solían acostumbrar tener compañía. La pequeña, de grandes ojos verdes, les sonrió. Era la primera vez que las veía, también era la primera vez que las buscaba.


Antes, su abuela le contaba historias sobre ellas y cómo, si estabas muy atenta, las podías oír cantar y reír; cuentos sobre unos seres que jugaban al escondite. Pero su abuela ya no estaba, eso le habían dicho. Pero la verdad es que no le explicaban muchas cosas.


-¿María? ¿Qué haces aquí?- La señora del pañuelo gris abrió los ojos sorprendida.


-He venido a ver a yaya- Sonrió, temblando por el frio que mordisqueaba su nuca.


-Cariño…- ¿Cómo decirle que había muerto?


Y la mujer la abrazó llorando mientras María se preguntaba por la causa de sus lágrimas.